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17 septiembre 2026

MODO DE VIVIR: Confianza en Jesucristo

Confianza en Jesucristo

La Virgen Santa María, Maestra de entrega sin límites. -¿Te acuerdas?: con alabanza dirigida a Ella, afirma Jesucristo: "¡el que cumple la Voluntad de mi Padre, ése -ésa- es mi madre!..."
Pídele a esta Madre buena que en tu alma cobre fuerza -fuerza de amor y de liberación- su respuesta de generosidad ejemplar: «ecce ancilla Domini!» -he aquí la esclava del Señor. (Surco 33).

Al considerar ahora mismo mis miserias, Jesús, te he dicho: déjate engañar por tu hijo, como esos padres buenos, padrazos, que ponen en las manos de su niño el don que de ellos quieren recibir..., porque muy bien saben que los niños nada tienen.
-Y ¡qué alborozo el del padre y el del hijo, aunque los dos estén en el secreto! (Forja 195).

Como a Nuestro Señor, a mí también me gusta mucho charlar de barcas y redes, para que todos saquemos de esas escenas evangélicas propósitos firmes y determinados. Nos cuenta San Lucas que unos pescadores lavaban y remendaban sus redes a orillas del lago de Genesaret. Jesús se acerca a aquellas naves atracadas en la ribera y se sube a una, a la de Simón. ¡Con qué naturalidad se mete el Maestro en la barca de cada uno de nosotros!: para complicarnos la vida, como se repite en tono de queja por ahí. Con vosotros y conmigo se ha cruzado el Señor en nuestro camino, para complicarnos la existencia delicadamente, amorosamente.
Después de predicar desde la barca de Pedro, se dirige a los pescadores: duc in altum, et laxate retía vestra in capturam! (Lc V, 4), ¡bogad mar adentro, y echad vuestras redes! Fiados en la palabra de Cristo, obedecen, y obtienen aquella pesca prodigiosa. Y mirando a Pedro que, como Santiago y Juan, no salía de su asombro, el Señor le explica: no tienes que temer, de hoy en adelante serán hombres los que has de pescar. Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejadas todas las cosas, le siguieron (Lc V, l0-11).
Tu barca -tus talentos, tus aspiraciones, tus logros- no vale para nada, a no ser que la dejes a disposición de Jesucristo, que permitas que El pueda entrar ahí con libertad, que no la conviertas en un ídolo. Tú solo, con tu barca, si prescindes del Maestro, sobrenaturalmente hablando, marchas derecho al naufragio. Unicamente si admites, si buscas, la presencia y el gobierno del Señor, estarás a salvo de las tempestades y de los reveses de la vida. Pon todo en las manos de Dios: que tus pensamientos, las buenas aventuras de tu imaginación, tus ambiciones humanas nobles, tus amores limpios, pasen por el corazón óe Cristo. De otro modo, tarde o temprano, se irán a pique con tu egoísmo. (Amigos de Dios 21).