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21 julio 2026

MODO DE VIVIR: Falsa caridad

Falsa caridad

Aunque la carne se vista de seda... -Te diré, cuando te vea vacilar ante la tentación, que oculta su impureza con pretextos de arte, de ciencia..., ¡de caridad!
Te diré, con palabras de un viejo refrán español, aunque la carne se vista de seda, carne se queda. (Camino 134).

Razonan que, en nombre de la caridad, proceden con delicadeza y comprensión, ante los que atropellan.
-Ruego a Dios que esa delicadeza y esa compresión no sean el camuflaje de... sus respetos humanos, ¡de su comodidad!, para permitir que cometan el mal. Porque entonces... su delicadeza y su compresión sólo serían complicidad en la ofensa la Dios. (Surco 965).

Ama y practica la caridad, sin límites y sin discriminaciones, porque es la virtud que nos caracteriza a los discípulos del Maestro.
-Sin embargo, esa caridad no puede llevarte -dejaría de ser virtud- a amortiguar la fe, a quitar las aristas que la definen, a dulcificarla hasta convertirla, como algunos pretenden, en algo amorfo que no tiene la fuerza y el poder de Dios. (Forja 456).

La caridad no la construimos nosotros; nos invade con la gracia de Dios: porque El nos amó primero (1 Ioh IV, 10). Conviene que nos empapemos bien de esta verdad hermosísima: si podemos amar a Dios, es porque hemos sido amados por Dios (Orígenes. Commentarii in Epistolam ad Romanos, 4, 9 (PG 14. 977). Tú y yo estamos en condiciones de derrochar cariño con los que nos rodean, porque hemos nacido a la fe, por el amor del Padre. Pedid con osadía al Señor este tesoro, esta virtud sobrenatural de la caridad, para ejercitarla hasta en el último detalle.
Con frecuencia, los cristianos no hemos sabido corresponder a ese don; a veces lo hemos rebajado, como si se limitase a una limosna, sin alma, fría; o lo hemos reducido a una conducta de beneficencia más o menos formularía. Expresaba bien esta aberración la resignada queja de una enferma: aquí me tratan con caridad, pero mi madre me cuidaba con cariño. El amor que nace del Corazón de Cristo no puede dar lugar a esa clase de distinciones.
Para que se os metiera bien en la cabeza esta verdad, de una forma gráfica, he predicado en millares de ocasiones que nosotros no poseemos un corazón para amar a Dios, y otro para querer a las criaturas: este pobre corazón nuestro, de carne, quiere con un cariño humano que, si está unido al amor de Cristo, es también sobrenatural. Esa, y no otra, es la caridad que hemos de cultivar en el alma, la que nos llevará a descubrir en los demás la imagen de Nuestro Señor. (Amigos de Dios 229).