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1 julio 2026

MODO DE VIVIR: Caridad y entrega

Caridad y entrega

Me dices que sí, que quieres. -Bien, pero ¿quieres como un avaro quiere su oro, como una madre quiere a su hijo, como un ambicioso quiere los hombres o como un pobrecito sensual su placer?
-¿No? -Entonces, no quieres. (Camino 316).

Muchas veces te preguntas por qué almas, que han tenido la dicha de conocer al verdadero Jesús desde niños, vacilan tanto en corresponder con lo mejor que poseen: su vida, su familia, sus ilusiones.
Mira: tú, precisamente porque has recibido "todo" de golpe, estás obligado a mostrarte muy agradecido al Señor; como reaccionaría un ciego que recobrara la vista de repente, mientras a los demás ni siquiera se les ocurre que han de dar gracias porque ven.
Pero... no es suficiente. A diario, has de ayudar a los que te rodean, para que se comporten con gratitud por su condición de hijos de Dios. Si no, no me digas que eres agradecido. (Surco 4).

Esta es la verdad del cristiano: entrega y amor -amor a Dios y, por Él al prójimo-, fundamentados en sacrificio. (Forja 528).

Recordad la parábola de los talentos. Aquel siervo que recibió uno, podía -como sus compañeros- emplearlo bien, ocuparse de que rindiera, aplicando las cualidades que poseía. ¿Y qué delibera? Le preocupa el miedo a perderlo. Bien. Pero, ¿después? ¡Lo entierra! (Cfr. Mi XXV, 18). Y aquello no da fruto.
No olvidemos este caso de temor enfermizo a aprovechar honradamente la capacidad de trabajo, la inteligencia, la voluntad, todo el hombre. ¡Lo entierro -parece afirmar ese desgraciado, pero mi libertad queda a salvo! No. La libertad se ha inclinado hacia algo muy concreto, hacia la sequedad más pobre y árida. Ha tomado partido, porque no tenía más remedio que elegir: pero ha elegido mal.
Nada más falso que oponer la libertad a la entrega, porque la entrega viene como consecuencia de la libertad. Mirad, cuando una madre se sacrifica por amor a sus hijos, ha elegido; y, según la medida de ese amor, así se manifestará su libertad. Si ese amor es grande, la libertad aparecerá fecunda, y el bien de los hijos proviene de esa bendita libertad, que supone entrega, y proviene de esa bendita entrega, que es precisamente libertad. (Amigos de Dios 30).