-
Generosidad en el carácter
Vuelve las espaldas al infame cuando susurra en tus oídos: ¿para qué complicarte la vida? (Camino 6).
Tus parientes, tus colegas, tus amistades, van notando el cambio, y se dan cuenta de que lo tuyo no es una transición momentánea, de que ya no eres el mismo.
-No te preocupes, ¡sigue adelante!: se cumple el «vivit vero in me Christus» -ahora es Cristo quien vive en ti. (Surco 424).
Hijo:¿dónde está el Cristo que las almas buscan en ti?:
¿en tu soberbia?, ¿en tus deseos de imponerte a los otros?,
¿en esas pequeñeces de carácter en las que no te quieres vencer?
¿en esa tozudez?....¿Está ahí Cristo? ----¡¡No!!
-De acuerdo: debes tener personalidad, pero la tuya ha de procurar identificarse con Cristo. (Forja 468).
¡Qué pena vivir, practicando como ocupación la de matar el tiempo, que es un tesoro de Dios! No caben las excusas, para justificar esa actuación. Ninguno diga: dispongo sólo de un talento, no puedo lograr nada. También con un solo talento puedes obrar de modo meritorio (S. Juan Crisóstomo. In Matthaeum homiliae. 78, 3 (PG 58, 714). ¡Qué tristeza no sacar partido, auténtico rendimiento de todas las facultades, pocas o muchas, que Dios concede al hombre para que se dedique a servir a las almas y a la sociedad!
Cuando el cristiano mata su tiempo en la tierra, se coloca en peligro de matar su Cielo: cuando por egoísmo se retrae, se esconde, se despreocupa. El que ama a Dios, no sólo entrega lo que tiene, lo que es, al servicio de Cristo: se da él mismo. No ve -con mirada rastrera- su yo en la salud, en el nombre, en la carrera. (Amigos de Dios 46).
Pensemos, examinémonos; sin examen, la oración no produce frutos de enmienda ni de mejoramiento. ¿Cómo hemos cumplido nuestra obligación de sembrar? ¿Nos ha faltado, quizá, generosidad? ¿No habremos hecho caso a nuestro egoísmo? Que cada uno mire en su interior. ¿Habré sido acaso ciego, habré arrojado mi semilla en terreno estéril, sobre rocas, y no sobre el campo abonado por mi paciencia, por mi sufrimiento, por mi oración? Vamos a meditar un poco y, luego, a ratificar o a rectificar nuestra actuación. (Crecer para adentro. El trigo y la cizaña).