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Colaborar en la santificación de los hombres
Siempre sales vencido. -Proponte, cada vez, la salvación de un alma determinada, o su santificación, o su vocación al apostolado... -Así estoy seguro de tu victoria. (Camino 192).
Algunos se mueven con prejuicios en el trabajo: por principio, no se fían de nadie y, desde luego, no entienden la necesidad de buscar la santificación de su oficio. Si les hablas, te responden que no les añadas otra carga a la de su propia labor, que soportan de mala gana, como un peso.
-Esta es una de las batallas de paz que hay que vencer: encontrar a Dios en la ocupación y -con Él y como Él- servir a los demás (Surco 520).
Ama, venera, reza, mortifícate -cada día con más cariño- por el Romano Pontífice, piedra basilar de la Iglesia, que prolonga entre todos los hombres, a lo largo de los siglos y hasta el fin de los tiempos, aquella labor de santificación y gobierno que Jesús confió a Pedro (Forja 134).
Mirad: la Redención, que quedó consumada cuando Jesús murió en la vergüenza y en la gloria de la Cruz, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles, por voluntad de Dios continuará haciéndose hasta que llegue la hora del Señor. No es compatible vivir según el Corazón de Jesucristo, y no sentirse enviado, como El, peccatores salvos facere, para salvar a todos los pecadores, convencidos de que nosotros mismos necesitamos confiar más cada día en la misericordia de Dios. De ahí el deseo vehemente de consideramos corredentores con Cristo, de salvar con El a todas las almas, porque somos, queremos ser ipse Christus, el mismo Jesucristo, y El se dio a sí mismo en rescate por todos.
Tenemos una gran tarea por delante. No cabe la actitud de permanecer pasivos, porque el Señor nos declaró expresamente: negociad, mientras vengo. Mientras esperamos el retorno del Señor, que volverá a tomar posesión plena de su Reino, no podemos estar cruzados de brazos. 'La extensión del Reino de Dios no es sólo tarea oficial de los miembros de la Iglesia que representan a Cristo, porque han recibido de Ellos poderes sagrados. Vos autem estis corpus Christi, vosotros también sois cuerpo de Cristo, nos señala el Apóstol, con el mandato concreto de nego¬ciar hasta el fin.
Queda tanto por hacer. ¿Es que, en veinte siglos, no se ha hecho nada? En veinte siglos se ha trabajado mucho; no me paréce ni objetivo, ni honrado, el afán de algunos por menospreciar la tarea de los que nos precedieron. En veinte siglos se ha realizado una gran labor y, con frecuencia, se ha realizado muy bien. Otras veces ha habido desaciertos, regresiones, como también ahora hay retrocesos, miedo, timidez, al mismo tiempo que no falta valentía, generosidad.
Pero la familia humana se renueva constantemente; en cada generación es preciso continuar con el empeño de ayudar a descubrir al hombre la grandeza de su vocación de hijo de Dios, es necesario inculcar el mandato del amor al Creador y a nuestro prójimo. (Es Cristo que pasa 121).