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27 abril 2026

MODO DE VIVIR: Los primeros cristianos

Los primeros cristianos

Bebe en la fuente clara de los "Hechos de los Apóstoles": en el capítulo XII, Pedro por ministerio de Ángeles libre de la cárcel, se encamina a casa de la madre de Marco. -No quieren creer a la criadita, que afirma que está Pedro a la puerta. "Ángelus eius est!" -¡será su Ángel!, decían.
-Mira con qué confianza trataban a sus Custodios los primeros Cristianos.
-¿Y tú? (Camino 570).

Te está ayudando mucho -me dices- este pensamiento: desde los primeros cristianos, ¿cuántos comerciantes se habrán hecho santos?
Y quieres demostrar que también ahora resulta posible... -El Señor no te abandonará en este empeño. (Surco 490).

El bautismo nos hace «fideles» -fieles, palabra que, como aquella otra, «sancti» -santos, empleaban los primeros seguidores de Jesús para designarse entre sí, y que aún hoy se usa: se habla de los "fieles" de la Iglesia.
-¡Piénsalo! (Forja 622).

Hemos procurado resumir y comentar algunos de los rasgos de esos hogares, en los que se refleja la luz de Cristo, y que son, por eso, luminosos y alegres —repito—, en los que la armonía que reina entre los padres se trasmite a los hijos, a la familia entera y a los ambientes todos que la acompañan. Así, en cada familia auténticamente cristiana se reproduce de algún modo el misterio de la Iglesia, escogida por Dios y enviada como guía del mundo.
A todo cristiano, cualquiera que sea su condición —sacerdote o seglar, casado o célibe—, se le aplican plenamente las palabras del apóstol que se leen precisamente en la epístola de la festividad de la Sagrada Familia: Escogidos de Dios, santos y amados. Eso somos todos, cada uno en su sitio y en su lugar en el mundo: hombres y mujeres elegidos por Dios para dar testimonio de Cristo y llevar a quienes nos rodean la alegría de saberse hijos de Dios, a pesar de nuestros errores y procurando luchar contra ellos.
Es muy importante que el sentido vocacional del matrimonio no falte nunca tanto en la catequesis y en la predicación, como en la conciencia de aquellos a quienes Dios quiera en ese camino, ya que están real y verdaderamente llamados a incorporarse en los designios divinos para la salvación de todos los hombres.
Por eso, quizá no puede proponerse a los esposos cristianos mejor modelo que el de las familias de los tiempos apostólicos: el centurión Cornelio, que fue dócil a la voluntad de Dios y en cuya casa se consumó la apertura de la Iglesia a los gentiles; Aquila y Priscila, que difundieron el cristianismo en Corinto y en Efeso y que colaboraron en el apostolado de San Pablo; Tabita, que con su caridad asistió a los necesitados de Joppe. Y tantos otros hogares de judíos y de gentiles, de griegos y de romanos, en los que prendió la predicación de los primeros discípulos del Señor.
Familias que vivieron de Cristo y que dieron a conocer a Cristo. Pequeñas comunidades cristianas, que fueron como centros de irradiación del mensaje evangélico. Hogares iguales a los otros hogares de aquellos tiempos, pero animados de un espíritu nuevo, que contagiaba a quienes los conocían y los trataban. Eso fueron los primeros cristianos, y eso hemos de ser los cristianos de hoy: sembradores de paz y de alegría, de la paz y de la alegría que Jesús nos ha traído. (Es Cristo que pasa 30).