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6 marzo 2026

MODO DE VIVIR: Apóstol, la cruz sobre tus hombros

Apóstol, la cruz sobre tus hombros

¿La Cruz sobre tu pecho?... -Bien. Pero... la Cruz sobre tus hombros, la Cruz en tu carne, la Cruz en tu inteligencia. -Así vivirás por Cristo, con Cristo y en Cristo: solamente así serás apóstol (Camino 929).

«Miles» -soldado, llama el Apóstol al cristiano.
Pues, en esta bendita y cristiana pelea de amor y de paz por la felicidad de las almas todas, hay, dentro de las filas de Dios, soldados cansados, hambrientos, rotos por las heridas... pero alegres: llevan en el corazón las luces seguras de la victoria. (Surco 75).

No tengas miedo, ni te asustes, ni te asombres, ni te dejes llevar por una falsa prudencia.
La llamada a cumplir la Voluntad de Dios -también la vocación- es repentina, como la de los Apóstoles: encontrar a Cristo y seguir su llamamiento...
-Ninguno dudó: conocer a Cristo y seguirle fue todo uno. (Forja 6).

Entre tantas escenas como nos narran los evangelistas, detengámonos a considerar algunas, comenzando con los relatos del trato de Jesús con los doce. El apóstol Juan, que vuelca en su Evangelio la experiencia de toda una vida, narra aquella primera conversación con el encanto de lo que nunca se olvida. Maestro, ¿dónde habitas? Díceles Jesús: Venid y lo veréis. Fueron, pues, y vieron donde habitaba, y se quedaron con El aquel día.
Diálogo divino y humano que transformó las vidas de Juan y de Andrés, de Pedro, de Santiago y de tantos otros, que preparó sus corazones para escuchar la palabra imperiosa que Jesús les dirigió junto al mar de Galilea. Caminando Jesús por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano, echando la red en el mar, pues eran pescadores. Y les dijo: seguidme y yo haré que vengáis a ser pescadores de hombres. Al instante los dos, dejadas las redes, le siguieron.
En los tres años sucesivos, Jesús convive con sus discípulos, los conoce, contesta a sus preguntas, resuelve sus dudas. Es sí, el Rabbí, el Maestro que habla con autoridad, el Mesías enviado de Dios. Pero es a la vez asequible, cercano. Un día Jesús se retira en oración; los discípulos se encontraban cerca, quizá mirándole e intentando adivinar sus palabras. Cuando Jesús vuelve, uno de ellos pregunta: Domine, doce nos orare, sicut docuit et Ioannes discipulos suos; enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos. Y Jesús les respondió: Cuando os pongáis a orar, habéis de decir: Padre, sea santificado tu nombre....
Con autoridad de Dios y con cariño de hombre recibe igualmente el Señor a los Apóstoles que, asombrados de los frutos de su primera misión, le comentaban las primicias de su apostolado: Venid a retiraros conmigo en un lugar solitario, y reposaréis un poquito (Es Cristo que pasa 108).