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25 marzo 2026

MODO DE VIVIR: Apostolado de la vida ordinaria

Apostolado de la vida ordinaria

Pon un motivo sobrenatural a tu ordinaria labor profesional, y habrás santificado el trabajo (Camino 359).

Pon mucha visión sobrenatural en todos los detalles de tu vida ordinaria, te aconsejé. Y añadí inmediatamente: la convivencia te ofrece muchas ocasiones, a lo largo del día (Surco 756).

Decídete a encender el mundo -puedes- en amores limpios, para hacer dichosa a la humanidad entera, acercándola de verdad a Dios (Forja 916).

Los discípulos -escribe San Juan- no conocieron que fuese El. Y Jesús les preguntó: muchachos, ¿tenéis algo que comer? (Ioh XXI; 4-5). Esta escena familiar de Cristo, a mí, me hace gozar. ¡Que diga esto Jesucristo, Dios! ¡El, que ya tiene cuerpo glorioso! Echad la red a la derecha y encontraréis. Echaron la red, y ya no podían sacarla por la multitud de peces que había (Ioh XXI, 6). Ahora entienden. Vuelve a la cabeza de aquellos discípulos lo que, en tantas ocasiones, han escuchado de los labios del Maestro: pescadores de hombres, apóstoles. Y comprenden que todo es posible, porque El es quien dirige la pesca.
Entonces, el discípulo aquel que Jesús amaba se dirige a Pedro: es el Señor (Ioh XXI, 7). El amor, el amor lo ve de lejos. El amor es el primero que capta esas delicadezas. Aquel Apóstol adolescente, con el firme cariño que siente hacia Jesús, porque quería a Cristo con toda la pureza y toda la ternura de un corazón que no ha estado corrompido nunca, exclamó: ¡es el Señor!
Simón Pedro apenas oyó es el Señor, vistióse la túnica y se echó al mar (Ioh XXI, 7). Pedro es la fe. Y se lanza al mar, lleno de una audacia de maravilla. Con el amor de Juan y la fe de Pedro, ¿hasta dónde llegaremos nosotros? (Amigos de Dios 266).

Os he dicho, desde el primer día, que Dios no espera de nosotros cosas extraordinarias, singulares; y que quiere que llevemos esta bendita llamada divina por todo el mundo, y que invitéis a muchos a seguirla. Pero nuestro proselitismo hemos de hacerlo con sencillez, con el ejemplo de nuestra conducta: mostrando que muchos si no todos pueden, con la gracia de Dios, convertir en camino divino la vida ordinaria y corriente, del mismo modo que vosotros habéis sabido hacer divina vuestra vida, también corriente y ordinaria (Carta I. 4ª).

Pero, para ser levadura, es necesaria una condición: que paséis inadvertidos. La levadura no surte efecto si no se mete en la masa, si no se confunde con ella. No me cansaré de repetiros, hijos míos, que no debéis distinguiros en nada de los demás; que vuestra aspiración debe ser la de permanecer donde estábamos, siendo lo que somos: cristianos corrientes, personas que hacen una vida ordinaria y sencilla (Carta I. 5d).