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26 febrero 2026

MODO DE VIVIR: Poner a Cristo en la cumbre de las actividades humanas

Poner a Cristo en la cumbre de las actividades humanas

Un secreto. -Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos.
-Dios quiere un puñado de hombres "suyos" en cada actividad humana.
Después... "pax Christi in regno Christi" -la paz de Cristo en el reino de Cristo. (Camino 301).

No lo debemos olvidar: en todas las actividades humanas, tiene que haber hombres y mujeres con la Cruz de Cristo en sus vidas y en sus obras, alzada, visible, reparadora; símbolo de la paz, de la alegría; símbolo de la Redención, de la unidad del género humano, del amor que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, la Trinidad Beatísima ha tenido y sigue teniendo a la humanidad. (Surco 985).

Trabaja siempre, y en todo, con sacrificio, para poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades de los hombres. (Forja 685).

Termino, repitiendo unas palabras del Evangelio de hoy: entrando en la casa, vieron al Niño con María, su Madre. Nuestra Señora no se separa de su Hijo. Los Reyes Magos no son recibidos por un rey encumbrado en su trono, sino por un Niño en brazos de su Madre. Pidamos a la Madre de Dios, que es nuestra Madre, que nos prepare el camino que lleva al amor pleno: Cor Mariae dulcissimum, iter para tutum! Su dulce corazón conoce el sendero más seguro para encontrar a Cristo.
Los Reyes Magos tuvieron una estrella; nosotros tenemos a Maria, Stella maris, Stella orientis. Le decimos hoy: Santa María, Estrella del mar, Estrella de la mañana, ayuda a tus hijos. Nuestro celo por las almas no debe conocer fronteras, que nadie está excluido del amor de Cristo. Los Reyes Magos fueron las primicias de los gentiles; pero, consumada la Redención, ya no hay judío o griego, no hay siervo o libre, no hay varón o hembra -no existe discriminación de ningún tipo-, porque todos sois uno en Cristo Jesús.
Los cristianos no podemos ser exclusivistas, ni separar o clasificar las almas; vendrán muchos de Oriente y de Occidente; en el corazón de Cristo caben todos. Sus brazos -lo admiramos de nuevo en el pesebre- son los de un Niño: pero son los mismos que se extenderán en la Cruz, atrayendo a todos los hombres.
Y un último pensamiento para ese varón justo, Nuestro Padre y Señor San José, que, en la escena de la Epifanía, ha pasado, como suele, inadvertido. Yo lo adivino recogido en contemplación, protegiendo con amor al Hijo de Dios que, hecho hombre, le ha sido confiado a sus cuidados paternales. Con la maravillosa delicadeza del que po vive para sí mismo, el Santo Patriarca se prodiga en un servicio tan silencioso como eficaz.
Hemos hablado hoy de vida de oración y de afán apostólico. ¿Qué mejor maestro que San José? Si queréis un consejo que repito incansablemente desde hace muchos años, Ite ad Ioseph, acudid a San José: él os enseñará caminos concretos y modos humanos y divinos de acercamos a Jesús. Y pronto os atreveréis, como él hizo, a llevar en brazos, a besar, a vestir, a cuidar a este Niño Dios que nos ha nacido. Con el homenaje de su veneración, los Magos ofrecieron a Jesús oro, incienso y mirra; José le dio, por entero, su corazón joven y enamorado. (Es Cristo que pasa 38).