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14 febrero 2026

MODO DE VIVIR: Dolor de amor de Dios

Dolor de amor de Dios

"Lo que debo a Dios, por cristiano: mi falta de correspondencia, ante esa deuda, me ha hecho llorar de dolor: de dolor de Amor. "Mea culpa" -Bueno es que vayas reconociendo tus deudas: pero no olvides cómo se pagan: con lágrimas... y con obras (Camino 242).

Si luchas de verdad, necesitas hacer examen de conciencia.
Cuida el examen diario: mira si sientes dolor de Amor, porque no tratas a Nuestro Señor como debieras (Surco 142).

Dirígete a la Virgen, y pídele que te haga el regalo -prueba de su cariño por ti- de la contrición, de la compunción por tus pecados, y por los pecados de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, con dolor de Amor.
Y, con esa disposición, atrévete a añadir: Madre, Vida, Esperanza mía, condúceme con tu mano..., y si algo hay ahora en mí que desagrada a mi Padre-Dios, concédeme que lo vea y que, entre los dos, lo arranquemos.
Continúa sin miedo: ¡Oh clementísima!, ¡oh piadosa!, ¡oh dulce Virgen Santa María!, ruega por mí, para que, cumpliendo la amabilísima Voluntad de tu Hijo, sea digno de alcanzar y gozar las promesas de Nuestro Señor Jesús (Forja 161).

Sólo los soberbios se sorprenden, al ver que tienen los pies de barro. Un acto de contrición y de desagravio, y adelante. Reconozcamos que además de las faltas que tenemos en la conciencia, habrá otras, que están ocultas a nuestros ojos. Dolor de amor, pues, y —en la intimidad de ese dolor y de esa humildad— nos atreveremos a decir al Señor que hay también en nuestra vida mucho amor. Que, si fue real la falta, real es el amor que Él mismo pone en nosotros, que nos permite servirle con toda la fuerza de nuestros corazones. Decid frecuentemente, como jaculatoria, el acto de contrición de Pedro, después de las negaciones: Domine, tu omnia nosti; tu scis, quia amo te!
(Carta II. 24b).

Y yo, ¿acaso no he perdido a mi Jesús por mis culpas? Y si lo he perdido, ¿he ido a buscarlo, con esa ansia, empapada de dolor de amor, con que le buscaban sus padres? A Jesús se le busca -y se le encuentra- con dolor y con amor. ¡Qué dulce hallazgo sería, en este desierto actual de nuestra vida -a cualquier parte donde dirigimos nuestros ojos, sólo se ve arena, sequedad-, el encuentro con el Maestro!
(Crecer para adentro. El Niño perdido y hallado en el Templo).