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¿Adocenarte? ¿¡Tú... del montón !? ¡Si has nacido para caudillo! Entre nosotros no caben los tibios. Humíllate y Cristo te volverá a encender con fuegos de Amor (Camino 16).
¡Qué ridícula actitud la de los pobrecitos hombres, cuando negamos una y otra vez pequeñeces al Señor! Pasa el tiempo, las cosas se van viendo con su verdadero relieve, ... y nacen la vergüenza y el dolor (Surco 30).
El mundo vive de la mentira; y hace veinte siglos que vino la Verdad a los hombres.
-¡Hay que decir la verdad!, y a eso hemos de ir los hijos de Dios. Cuando los hombres se acostumbren a proclamarla y a oírla, habrá más comprensión en esta tierra nuestra (Forja 130).
El amor de Dios es celoso; no se satisface si se acude a su cita con condiciones: espera con impaciencia que nos demos del todo, que no guardemos en el corazón recovecos oscuros, a los que no logra llegar el gozo y la alegría de la gracia y de los dones sobrenaturales. Quizá pensaréis: responder que sí a ese Amor exclusivo, ¿no es acaso perder la libertad?
Con la ayuda del Señor que preside este rato de oración, con su luz, espero que para vosotros y para mí quede todavía más definido este tema. Cada uno de nosotros ha experimentado alguna vez que servir a Cristo Señor Nuestro comporta dolor y fatiga. Negar esta realidad, supondría no haberse encontrado con Dios. El alma enamorada conoce que, cuando viene ese dolor, se trata de una impresión pasajera y pronto descubre que el peso es ligero y la carga suave, porque lo lleva El sobre sus hombros, como se abrazó al madero cuando estaba en juego nuestra felicidad eterna (Cfr. Mt XI, 30). Pero hay hombres que no entienden, que se rebelan contra el Creador -una rebelión impotente, mezquina, triste-, que repiten ciegamente la queja inútil que recoge el Salmo: rompamos sus ataduras y sacudamos lejos de nosotros su dominio (PS II, 3). Se resisten a cumplir, con heroico silencio, con naturalidad, sin lucimiento y sin lamentos, la tarea dura de cada día. No comprenden que la voluntad divina, también cuando se presenta con matices de dolor, de exigencia que hiere, coincide exactamente con la libertad, que sólo reside en Dios y en sus designios (Amigos de Dios 28).
Cristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, para hacer llegar a los hombres su doctrina de salvación y manifestarles el amor de Dios, procedió de modo humano y divino. Dios condesciende con el hombre, toma nuestra naturaleza sin reservas, con excepción del pecado.
Me produce una honda alegría considerar que Cristo ha querido ser plenamente hombre, con carne como la nuestra. Me emociona contemplar la maravilla de un Dios que ama con corazón de hombre (Es Cristo que pasa 107).