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6 noviembre 2026

MODO DE VIVIR: Prudencia y justicia

Prudencia y justicia

Confusionismo. -Supe que vacilaba la rectitud de criterio. Y, para que me entendieras, te escribí: el diablo tiene la cara muy fea, y, como sabe tanto, no se expone a que le veamos los cuernos. No va de frente. -Por eso, ¡cuántas veces viene con disfraz de nobleza y hasta de espiritualidad! (Camino 384).

No querías creerlo, pero has tenido que rendirte a la evidencia, a costa tuya: aquellas afirmaciones que pronunciaste sencillamente y con sano sentido católico, las han retorcido con malicia los enemigos de la fe.
Es verdad, "hemos de ser cándidos como las palomas..., y prudentes como las serpientes". No hables a destiempo ni fuera de lugar. (Surco 910).

¡Siente siempre y en todo con la Iglesia! -Adquiere, por eso, la formación espiritual y doctrinal necesaria, que te haga persona de recto criterio en tus opciones temporales, pronto y humilde para rectificar, cuando adviertas que te equivocas.
-La noble rectificación de los errores personales es un modo, muy humano y muy sobrenatural, de ejercitar la personal libertad. (Forja 840).

El sabio de corazón será llamado prudente (Prv XVI, 21), se lee en el libro de los Proverbios. No entenderíamos la prudencia si la concibiésemos como pusilanimidad y falta de audacia. La prudencia se manifiesta en el hábito que inclina a actuar bien: a clarificar el fin y a buscar los medios más convenientes para alcanzarlo.
Pero la prudencia no es un valor supremo. Hemos de preguntarnos siempre: prudencia, ¿para qué? Porque existe una falsa prudencia -que más bien debemos llamar astucia- que está al servicio del egoísmo, que aprovecha los recursos más aptos para alcanzar fines torcidos. Usar entonces de mucha perspicacia no lleva más que a agravar la mala disposición, y a merecer aquel reproche que San Agustín formulaba, predicando al pueblo: ¿pretendes inclinar el corazón de Dios, que es siempre recto, para que se acomode a la perversidad del tuyo? (S. Agustín. Enarratianes in Psalmos. 63, 18 (PL 36, 771)). Esa es la falsa prudencia del que piensa que le sobran sus propias fuerzas para justificarse. No queráis teneros dentro de vosotros mismos por prudentes (Rom XII, 16), dice San Pablo, porque está escrito: destruiré la sabiduría de los sabios y la prudencia de los prudentes (I Cor I, 19). (Amigos de Dios 85).