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Formación y consejo
El matrimonio es un sacramento santo.- A su tiempo, cuando hayas de recibirlo, que te aconseje tu director o tu confesor la lectura de algún libro provechoso.- Y te dispondrás mejor a llevar dignamente las cargas del hogar. (Camino 26).
Libertad de conciencia: ¡no! -Cuántos males ha traído a los pueblos y a las personas este lamentable error, que permite actuar en contra de los propios dictados íntimos.
Libertad "de las conciencias", sí: que significa el deber de seguir ese imperativo interior..., ¡ah, pero después de haber recibido una seria formación! (Surco 389).
Por medio de tu trabajo profesional, acabado con la posible perfección sobrenatural y humana, puedes -¡debes!- dar criterio cristiano en los lugares donde ejerzas tu profesión u oficio. (Forja 713).
Procuremos fomentar en el fondo del corazón un deseo ardiente, un afán grande de alcanzar la santidad, aunque nos contemplemos llenos de miserias. No os asustéis; a medida que se avanza en la vida interior, se perciben con más claridad los defectos personales. Sucede que la ayuda de la gracia se transforma como en unos cristales de aumento, y aparecen con dimensiones gigantescas hasta la mota de polvo más minúscula, el granito de arena casi imperceptible, porque el alma adquiere la finura divina, e incluso la sombra más pequeña molesta a la conciencia, que sólo gusta de la limpieza de Dios. Díselo ahora, desde el fondo de tu corazón: Señor, de verdad quiero ser santo, de verdad quiero ser un digno discípulo tuyo y seguirte sin condiciones. Y enseguida has de proponerte la intención de renovar a diario los grandes ideales que te animan en estos momentos.
¡Jesús, si los que nos reunimos en tu Amor fuéramos perseverantes! ¡Si lográsemos traducir en obras esos anhelos que Tú mismo despiertas en nuestras almas! Preguntaos con mucha frecuencia: yo, ¿para qué estoy en la tierra? Y así procuraréis el perfecto acabamiento -lleno de caridad- de las tareas que emprendáis cada jornada y el cuidado de las cosas pequeñas. Nos fijaremos en el ejemplo de los santos: personas como nosotros, de carne y hueso, con flaquezas y debilidades, que supieron vencer y vencerse por amor de Dios; consideraremos su conducta y -como las abejas, que destilan de cada flor el néctar más precioso- aprovecharemos de sus luchas. Vosotros y yo aprenderemos también a descubrir tantas virtudes en los que nos rodean -nos dan lecciones de trabajo, de abnegación, de alegría...-, y no nos detendremos demasiado en sus defectos; sólo cuando resulte imprescindible, para ayudarles con la corrección fraterna.
(Amigos de Dios 20).