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28 noviembre 2026

MODO DE VIVIR: Demonio

Demonio

El "non serviam" de Satanás ha sido demasiado fecundo. -¿No sientes el impulso generoso de decir cada día, con voluntad de oración y de obras, un "serviam" -¡te serviré, te seré fiel!- que supere en fecundidad a aquel clamor de rebeldía? (Camino 413).

El demonio -padre de la mentira y víctima de su soberbia- intenta remedar al Señor hasta en el modo de hacer prosélitos. ¿Te has fijado?: lo mismo que Dios se vale de los hombres para salvar almas y llevarlas a la santidad, satanás se sirve de otras personas, para entorpecer esa labor y aun para perderlas. Y -no te asustes- de la misma manera que Jesús busca, como instrumentos, a los más próximos -parientes, amigos, colegas, etc.-, el demonio también intenta, con frecuencia, mover a esos seres más queridos, para inducir al mal.
Por eso, si los lazos de la sangre se convierten en ataduras, que te impiden seguir los caminos de Dios, córtalos con decisión. Y quizá tu determinación desate también a quienes estaban enredados en las mallas de Lucifer. (Surco 812).

Reza seguro con el Salmista: «¡Señor, Tú eres mi refugio y mi fortaleza, confío en Ti!«
Te garantizo que Él te preservará de las insidias del «demonio meridiano» -en las tentaciones y... ¡en las caídas!-, cuando la edad y las virtudes tendrían que ser maduras, cuando deberías saber de memoria que sólo Él es la Fortaleza. (Forja 307).

Quizá hasta estos momentos no nos habíamos sentido urgidos a seguir tan de cerca los pasos de Cristo. Quizá no nos habíamos percatado de que podemos unir a su sacrificio reparador nuestras pequeñas renuncias: por nuestros pecados, por los pecados de los hombres en todas las épocas, por esa labor malvada de Lucifer que continúa oponiendo a Dios su ¡non serviam! ¿Cómo nos atreveremos a clamar sin hipocresía: Señor, me duelen las ofensas que hieren tu Corazón amabilísimo, si no nos decidimos a privarnos de una nimiedad o a ofrecer un sacrificio minúsculo en alabanza de su Amor? La penitencia -verdadero desagravio- nos lanza por el camino de la entrega, de la caridad. Entrega para reparar, y caridad para ayudar a los demás, como Cristo nos ha ayudado a nosotros.
De ahora en adelante, tened prisa en amar. El amor nos impedirá la queja, la protesta. Porque con frecuencia soportamos la contrariedad, sí; pero nos lamentamos; y entonces, además de desperdiciar la gracia de Dios, le cortamos las manos para futuros requerimientos. Hilarem enim datorem diligit Deus (2 Cor IX, 7). Dios ama al que da con alegría, con la espontaneidad que nace de un corazón enamorado, sin los aspavientos de quien se entrega como si prestara un favor. (Amigos de Dios 140).
Abandono en la voluntad de Dios