-
Cultura y apostolado
Tú, sabio, renombrado, elocuente, poderoso: si no eres humilde, nada vales. -Corta, arranca ese "yo", que tienes en grado superlativo -Dios te ayudará-, y entonces podrás comenzar a trabajar por Cristo, en el último lugar de su ejército de apóstoles. (Camino 602).
Estudio, trabajo. deberes ineludibles en todo cristiano; medios para defendernos de los enemigos de la Iglesia y para atraer -con nuestro prestigio profesional- a tantas otras almas que, siendo buenas, luchan aisladamente. Son arma fundamentalísima para quien quiera ser apóstol en medio del mundo. (Surco 483).
Urge difundir la luz de la doctrina de Cristo.
Atesora formación, llénate de claridad de ideas, de plenitud del mensaje cristiano, para poder después transmitirlo a los demás.
-No esperes unas iluminaciones de Dios, que no tiene por qué darte, cuando dispones de medios humanos concretos: el estudio, el trabajo. (Forja 841).
Con monótona cadencia sale de la boca de muchos el rítornello, ya tan manido, de que la esperanza es lo último que se pierde; como si la esperanza fuera un asidero para seguir deambulando sin complicaciones, sin inquietudes de conciencia; o como si fuera un expediente que permite aplazar sine die la oportuna rectificación de la conducta, la lucha para alcanzar metas nobles y, sobre todo, el fin supremo de unirnos con Dios.
Yo diría que ése es el camino para confundir la esperanza con la comodidad. En el fondo, no hay ansias de conseguir un verdadero bien, ni espiritual, ni material legítimo; la pretensión más alta de algunos se reduce a esquivar lo que podría alterar la tranquilidad -aparente- de una existencia mediocre. Con un alma tímida, encogida, perezosa, la criatura se llena de sutiles egoísmos y se conforma con que los días, los años, transcurran sine spe nec metu, sin aspiraciones que exijan esfuerzos, sin las zozobras de la pelea: lo que importa es evitar el riesgo del desaire y de las lágrimas. ¡Qué lejos se está de obtener algo, si se ha malogrado el deseo de poseerlo, por temor a las exigencias que su conquista comporta!
No falta tampoco la actitud superficial de quienes -incluso con visos de afectada cultura o de ciencia- componen con la esperanza poesía fácil. Incapaces de enfrentarse sinceramente con su intimidad y de decidirse por el bien, limitan la esperanza a una ilusión, a un ensueño utópico, al simple consuelo ante las congojas de una vida difícil. La esperanza -¡falsa esperanza!- se muda para éstos en una frívola veleidad, que a nada conduce. (Amigos de Dios 207).