Página inicio

-

Agenda

13 noviembre 2026

MODO DE VIVIR: Corazón en la Cruz

Corazón en la Cruz

Si tu ojo derecho te escandalizare..., ¡arráncalo y tíralo lejos! -¡Pobre corazón, que es el que te escandaliza! Apriétalo, estrújalo entre tus manos: no le des consuelos. -Y, lleno de una noble compasión, cuando los pida, dile despacio, como en confidencia: "Corazón, ¡corazón en la Cruz!, ¡corazón en la Cruz!" (Camino 163).

Pide a Jesús que te conceda un Amor como hoguera de purificación, donde tu pobre carne -tu pobre corazón- se consuma, limpiándose de todas las miserias terrenas... Y, vacío de ti mismo, se colme de Él. Pídele que te conceda una radical aversión a lo mundano: que sólo te sostenga el Amor. (Surco 814).

Si de verdad deseas que tu corazón reaccione de un modo seguro, yo te aconsejo que te metas en una Llaga del Señor: así le tratarás de cerca, te pegarás a Él, sentirás palpitar su Corazón... y le seguirás en todo lo que te pida. (Forja 755).

Con esta perspectiva, convenceos de que si de veras deseamos seguir de cerca al Señor y prestar un servicio auténtico a Dios y a la humanidad entera, hemos de estar seriamente desprendidos de nosotros mismos: de los dones de la inteligencia, de la salud, de la honra, de las ambiciones nobles, de los triunfos, de los éxitos.
Me refiero también -porque hasta ahí debe llegar tu decisión- a esas ilusiones limpias, con las que buscamos exclusivamente dar toda la gloria a Dios y alabarle, ajustando nuestra voluntad a esta norma clara y precisa: Señor, quiero esto o aquello sólo si a Ti te agrada, porque si no, a mí, ¿para qué me interesa? Asestamos así un golpe mortal al egoísmo y a la vanidad, que serpean en todas las conciencias; de paso que alcanzamos la verdadera paz en nuestras almas, con un desasimiento que acaba en la posesión de Dios, cada vez más íntima y más intensa.
Para imitar a Jesucristo, el corazón ha de estar enteramente libre de apegamientos. Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, cargue con su cruz y sígame. Pues quien quisiera salvar su vida, la perderá; mas quien perdiere su vida por amor de mi, la encontrará. Porque ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? (Mt XVI. 24-26). Y comenta San Gregorio: no bastaría vivir desprendidos de las cosas, si no renunciáramos además a nosotros mismos. Pero... ¿a dónde iremos fuera de nosotros? ¿Quién es el que renuncia, si a si mismo se deja?
Sabed que una es la situación nuestra en cuanto caídos por el pecado; y otra, en cuanto formados por Dios. De una forma hemos sido creados, y en otra distinta nos encontramos a causa de nosotras mismos. Renunciémonos, en lo que nos hemos convertido pecando, y mantengámonos como hemos sido constituidos por la gracia. Así, el que ha sido soberbio, si, convertido a Cristo, se hace humilde, ya ha renunciado a si mismo; si un lujurioso cambia a una vida continente, también se ha renunciado en lo que antes era; si un avariento deja de codiciar y, en lugar de apoderarse de lo ajeno, comienza a ser generoso con lo propio, ciertamente se ha negado a si mismo
(S. Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia, 32. 2 (PL 76, 1233). (Amigos de Dios 114).