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20 octubre 2026

MODO DE VIVIR: Desprendimiento. Cosas pequeñas

Desprendimiento. Cosas pequeñas

¿No has visto las lumbres de la mirada de Jesús cuando la pobre viuda deja en el templo su pequeña limosna? -Dale tú lo que puedas dar: no está el mérito en lo poco ni en lo mucho, sino en la voluntad con que lo des. (Camino 829).

Muchos se sienten desgraciados, precisamente por tener demasiado de todo. -Los cristianos, si verdaderamente se conducen como hijos de Dios, pasarán incomodidad, calor, fatiga, frío... Pero no les faltará jamás la alegría, porque eso -¡todo! lo dispone o lo permite Él, que es la fuente de la verdadera felicidad. (Surco 82).

Dios mío, veo que no te aceptaré como mi Salvador, si no te reconozco al mismo tiempo como Modelo.
-Pues que quisiste ser pobre, dame amor a la Santa Pobreza. Mi propósito, con tu ayuda, es vivir y morir pobre, aunque tenga millones a mi disposición. (Forja 46).

El desprendimiento que predico, después de mirar a nuestro Modelo, es señorío; no clamorosa y llamativa pobretería, careta de la pereza y del abandono. Debes ir vestido de acuerdo con el tono de tu condición, de tu ambiente, de tu familia, de tu trabajo..., como tus compañeros, pero por Dios, con el afán de dar una imagen auténtica y atractiva de la verdadera vida cristiana. Con naturalidad, sin extravagancias: os aseguro que es mejor que pequéis por carta de más que por carta de menos. Tú, ¿cómo imaginas el porte de Nuestro Señor?, ¿no has pensado con qué dignidad llevaría aquella túnica inconsútil, que probablemente habrían tejido las manos de Santa María? ¿No recuerdas cómo, en casa de Simón, se lamenta porque no le han ofrecido agua para lavarse, antes de sentarse a la mesa? (Cfr. Lc VII. 36-50). Ciertamente El sacó a colación esa falta de urbanidad para realzar con esa anécdota la enseñanza de que en los detalles pequeños se muestra el amor, pero procura también dejar claro que se atiene a las costumbres sociales del ambiente. Por lo tanto, tú y yo nos esforzaremos en estar despegados de los bienes y de las comodidades de la tierra, pero sin salidas de tono ni hacer cosas raras.
Para mí, una manifestación de que nos sentimos señores del mundo, administradores fieles de Dios, es cuidar lo que usamos, con interés en que se conserve, en que dure, en que luzca, en que sirva el mayor tiempo posible para su finalidad, de manera que no se eche a perder. En los Centros del Opus Dei encontraréis una decoración sencilla, acogedora y, sobre todo, limpia, porque no hay que confundir una casa pobre con el mal gusto ni con la suciedad. Sin embargo, comprendo que tú, de acuerdo con tus posibilidades y con tus obligaciones sociales, familiares, poseas objetos de valor y los cuides, con espíritu de mortificación, con desprendimiento. (Amigos de Dios 122).