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9 septiembre 2026

MODO DE VIVIR: Caridad en la Comunión de los Santos

Caridad en la Comunión de los Santos

"Saludad a todos los Santos. Todos los santos os saludan. A todos los santos que viven en Efeso. A todos los santos de Cristo Jesús, que están en Filipos".
-¿Verdad que es conmovedor ese apelativo -¡santos!- que empleaban los primeros fieles cristianos para denominarse entre sí?
-Aprende a tratar a tus hermanos. (Camino 469).

Otro hombre de fe me escribía: "cuando por necesidad se está aislado, se nota perfectamente la ayuda de los hermanos. Al considerar que ahora todo he de soportarlo «solo», muchas veces pienso que, si no fuese por esa «compañía que nos hacemos desde lejos» -¡la bendita Comunión de los Santos!-, no podría conservar este optimismo, que me llena". (Surco 56).

El que deja de luchar causa un mal a la Iglesia, a su empresa sobrenatural, a sus hermanos, a todas las almas.
-Examínate: ¿no puedes poner más vibración de amor a Dios, en tu pelea espiritual? -Yo rezo por ti... y por todos. Haz tú lo mismo. (Forja 107).

Aquí estamos, consummati in unum! (Ioh XVII. 23), en unidad de petición y de intenciones, dispuestos a comenzar este rato de conversación con el Señor, con el deseo renovado de ser instrumentos eficaces en sus manos. Ante Jesús Sacramentado -¡cómo me gusta hacer un acto de fe explícita en la presencia real del Señor en la Eucaristía!-, fomentad en vuestros corazones el afán de transmitir, con vuestra oración, un latido lleno de fortaleza que llegue a todos los lugares de la tierra, hasta el último rincón del planeta donde haya un hombre que gaste generosamente su existencia en servicio de Dios y de las almas. Porque, gracias a la inefable realidad de la Comunión de los Santos, somos solidarios -cooperadores, dice San Juan (Ioh. 8)- en la tarea de difundir la verdad y la paz del Señor.
Es razonable que pensemos en nuestro modo de imitar al Maestro; que nos detengamos, que reflexionemos, para aprender directamente de la vida del Señor algunas de las virtudes que han de resplandecer en la conducta nuestra, si de veras aspiramos a extender el reinado de Cristo.(Amigos de Dios 154).