Página inicio

-

Agenda

24 septiembre 2026

MODO DE VIVIR: Conocimiento propio

Conocimiento propio

Te empeñas en ser mundano, frívolo y atolondrado porque eres cobarde. ¿Qué es, sino cobardía, ese no querer enfrentarte contigo mismo? (Camino 18).

Han venido nubarrones de falta de ganas, de pérdida de ilusión. Han caído chubascos de tristeza, con la clara sensación de encontrarte atado. Y, como colofón, te acecharon decaimientos, que nacen de una realidad más o menos objetiva: tantos años luchando..., y aún estás tan atrás, tan lejos.
Todo esto es necesario, y Dios cuenta con eso: para alcanzar el «gaudium cum pace» -la paz y la alegría verdadera, hemos de añadir, al convencimiento de nuestra filiación divina, que nos llena de optimismo, el reconocimiento de la propia personal debilidad. (Surco 78).

Eres curioso y preguntón, oliscón y ventanero: ¿no te da vergüenza ser, hasta en los defectos, tan poco masculino? -Sé varón: y esos deseos de saber de los demás trócalos en deseos y realidades de propio conocimiento. (Camino 50).

Cuando San Pablo evoca este misterio, prorrumpe también en un himno gozoso, que hoy podemos saborear detenidamente: porque habéis de abrigar en vuestros corazones los mismos sentimientos que Jesucristo en el suyo, el cual, teniendo la naturaleza de Dios, no fue por usurpación, sino por esencia, el ser igual a Dios; y no obstante, se anonadó a si mismo, tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres y reducido a la condición de hombre. Se humilló a si mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de Cruz (Phil II, 5-8).
Jesucristo, Señor Nuestro, con mucha frecuencia nos propone en su predicación el ejemplo de su humildad: aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón (Mt XI, 29). Para que tú y, yo sepamos que no hay otro camino, que sólo el conocimiento sincero de nuestra nada encierra la fuerza de atraer hacia nosotros la divina gracia. Por nosotros, Jesús vino a padecer hambre y a alimentar, vino a sentir sed y a dar de beber, vino a vestirse de nuestra mortalidad y a vestir de inmortalidad, vino pobre para hacer ricos (S. Agustín, Enarrationes in Psalmos, 49, 19 (PL 36, 577). (Amigos de Dios 97).