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10 septiembre 2026

MODO DE VIVIR: Comunión de vida sobrenatural

Comunión de vida sobrenatural

Misionero. -Sueñas con ser misionero. Tienes vibraciones a lo Xavier: y quieres conquistar para Cristo un imperio. -¿El Japón, China, la India. Rusia..., los pueblos fríos del norte de Europa, o América, o Africa, o Australia?
-Fomenta esos incendios en tu corazón, esas hambres de almas. Pero no me olvides que eres más misionero "obedeciendo". Lejos geográficamente de esos campos de apostolado, trabajas "aquí" y "allí": ¿no sientes ¡como Xavier!- el brazo cansado después de administrar a tantos el bautismo? (Camino 315).

Comunión de los Santos: bien la experimentó aquel joven ingeniero cuando afirmaba: "Padre, tal día, a tal hora, estaba usted pidiendo por mí".
Esta es y será la primera ayuda fundamental que hemos de prestar a las almas: la oración. (Surco 472).

Me decías: «me veo, no sólo incapaz de ir adelante en el camino, sino incapaz de salvarme -¡pobre alma mía!-, sin un milagro de la gracia. Estoy frío y -peor- como indiferente: igual que si fuera un espectador de «mi caso», a quien nada importara lo que contempla. ¿Serán estériles estos días?
Y, sin embargo, mi Madre es mi Madre, y Jesús es -¿me atrevo?- ¡mi Jesús! Y hay almas santas, ahora mismo, pidiendo por mí".
-Sigue andando de la mano de tu Madre, te repliqué, y «atrévete» a decirle a Jesús que es tuyo. Por su bondad, Él pondrá luces claras en alma. (Forja 251).

Todos los cristianos, por la Comunión de los Santos, reciben las gracias de cada Misa, tanto si se celebra ante miles de personas o si ayuda al sacerdote como único asistente un niño, quizá distraído. En cualquier caso, la tierra y el cielo se unen para entonar con los Ángeles del Señor: Sanctus, Sanctus, Sanctus...
Yo aplaudo y ensalzo con los Ángeles: no me es difícil, porque me sé rodeado de ellos, cuando celebro la Santa Misa. Están adorando a la Trinidad. Como sé también que, de algún modo, interviene la Santísima Virgen, por la íntima unión que tiene con la Trinidad Beatísima y porque es Madre de Cristo, de su Carne y de su Sangre: Madre de Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre. Jesucristo concebido en las entrañas de María Santísima sin obra de varón, por la sola virtud del Espíritu Santo, lleva la misma Sangre de su Madre: y esa Sangre es la que se ofrece en sacrificio redentor, en el Calvario y en la Santa Misa. (Es Cristo que pasa 89).