Página inicio

-

Agenda

19 agosto 2026

MODO DE VIVIR: Ciencia

Ciencia

Paradoja: Es más asequible ser santo que sabio, pero es más fácil ser sabio que santo. (Camino 282).

Más cómodo que investigar es escribir contra los que investigan, o contra los que aportan nuevos descubrimientos a la ciencia y a la técnica. -Pero no hemos de tolerar que, además, esos "críticos" pretendan erigirse en señores absolutos del saber y de la opinión de los ignorantes. (Surco 598).

Los enemigos de Jesús -y algunos que se dicen sus amigos-, cubiertos con la armadura de la ciencia humana, empuñando la espada del poder, se ríen de los cristianos como el filisteo se reía de David, despreciándole.
También ahora caerá por tierra el Goliat del odio, de la falsía, de la prepotencia, del laicismo, del indiferentismo...; y entonces, herido el gigantón de esas falsas ideologías por las armas aparentemente débiles del espíritu cristiano -oración, expiación, acción-, le despojaremos de la armadura de sus erróneas doctrinas, para revestir a nuestros hermanos los hombres con la verdadera ciencia: la cultura y la práctica cristiana. (Forja 974).

La vida de oración y de penitencia, y la considera-ción de nuestra filiación divina, nos transforman en cristianos profundamente piadosos, como niños pequeños delante de Dios. La piedad es la virtud de los hijos y para que el hijo pueda confiarse en los brazos de su padre, ha de ser y sentirse pequeño, necesitado. Frecuentemente he meditado esa vida de infancia espiritual, que no está reñida con la fortaleza, porque exige una voluntad recia, una madurez templada_ un carácter firme y abierto.
El afán por adquirir esta ciencia teológica -la buena y firme doctrina cristiana- está movido, en primer término, por el deseo de conocer y amar a Dios. A la vez, es también consecuencia de la preocupación general del alma fiel por alcanzar la más profunda significación de este mundo, que es hechura del Creador. Con periódica monotonía, algunos tratan de resucitar una supuesta incompatibilidad entre la fe y la ciencia, entre la inteligencia humana y la Revelación divina. Esa incompatibilidad sólo puede aparecer, y aparentemente, cuando no se entienden los términos reales del problema.
Si el mundo ha salido de las manos de Dios, si El ha creado al hombre a su imagen y semejanza y le ha dado una chispa de su luz, el trabajo de la inteli¬gencia debe -aunque sea con un duro trabajo- desentrañar el sentido divino que ya naturalmente tienen todas las cosas; y con la luz de la fe, percibimos también su sentido sobrenatural, el que resulta de nuestra elevación al orden de la gracia. No podemos admitir el miedo a la ciencia, porque cualquier labor, si es verdaderamente científica, tiende a la verdad. Y Cristo dijo: Ego sum veritas. Yo soy la verdad.
El cristiano ha de tener hambre de saber. Desde el cultivo de los saberes más abstractos hasta las habilidades artesanas, todo puede y debe conducir a Dios. Porque no hay tarea humana que no sea santificable, motivo para la propia santificación y ocasión para colaborar con Dios en la santificación de los que nos rodean. La luz de los seguidores de Jesucristo no ha de estar en el fondo del valle, sino en la cumbre de la montaña, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo.
Trabajar así es oración. Estudiar así es oración. Investigar así es oración. No salimos nunca de lo mismo: todo es oración, todo puede y debe llevamos a Dios, alimentar ese trato continuo con El, de la mañana a la noche. Todo trabajo honrado puede ser oración; y todo trabajo, que es oración, es apostolado. De este modo el alma se enrecia en una unidad de vida sencilla y fuerte. (Es Cristo que pasa 10).