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19 julio 2026

MODO DE VIVIR: Caridad en el octavo mandamiento

Caridad en el octavo mandamiento

Cállate. -No me seas "niñoide, caricatura de niño, "correveidile", encizañador, soplón. -Con tus cuentos y tus chismes has entibiado la caridad: has hecho la peor labor, y... si acaso has removido -mala lengua- los muros fuertes de la perseverancia de otros, tu perseverancia deja de ser gracia de Dios, porque es instrumento traidor del enemigo. (Camino 49).

«Abyssus, abyssum invocat...» -un abismo llama a otro abismo, te he recordado ya. Es la descripción exacta del modo de comportarse de los mentirosos, de los hipócritas, de los renegados, de los traidores: como están a disgusto con su propio modo de conducirse, ocultan a los demás sus trapacerías, para ir de mal en peor, creando un despeñadero entre ellos y el prójimo. (Surco 338).

Ante las acusaciones que consideramos injustas, examinemos nuestra conducta, delante de Dios, «cum gaudio et pace» -con alegre serenidad, y rectifiquemos, aunque se trate de cosas inocentes, si la caridad nos lo aconseja.
-Luchemos por ser santos, cada día más: y, luego, "que digan", siempre que a esos dichos se les puede aplicar aquella bienaventuranza: «beati estis cum...dixerint omne malum adversus vos mentientes propter me» -bienaventurados seréis cuando os calumnien por mi causa. (Forja 795).

Es posible que, ya desde el principio, se levanten nubarrones de polvo y que, a la vez, empleen los enemigos de nuestra santificación una tan vehemente y bien orquestada técnica de terrorismo psicológico -le abuso de poder-, que arrastren en su absurda dirección incluso a quienes, durante mucho tiempo, mantenían otra conducta más lógica y recta. Y aunque su voz suene a campana rota, que no está fundida con buen metal y es bien diferente del silbido del pastor, rebajan la palabra, que es uno de los dones más preciosos que el hombre ha recibido de Dios, regalo bellísimo para manifestar altos pensamientos de amor y de amistad con el Señor y con sus criaturas, hasta hacer que se entienda por qué Santiago dice de la lengua que es un mundo entero de malicia (Iac III. 6). Tantos daños puede producir: mentiras, denigraciones, deshonras, supercherías, insultos, susurraciones tortuosas. (Amigos de Dios 298).