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Arrepentirse con la ayuda de María
Soledad de María. ¡Sola! -Llora, en desamparo. -Tú y yo debemos acompañar a la Señora, y llorar también: porque a Jesús le cosieron al madero, con clavos, nuestras miserias. (Camino 503).
Hay almas que parecen empeñadas en inventarse sufrimientos, torturándose con la imaginación.
Después, cuando llegan penas y contradicciones objetivas, no saben estar como la Santísima Virgen, al pie de la Cruz, con la mirada pendiente de sus Hijo. (Surco 248).
Madre mía del Cielo: haz que yo vuelva al fervor, al entregamiento, a la abnegación: en una palabra, al Amor. (Forja 162).
Cazadnos las raposas, las raposas pequeñas, que destrozan la viña, nuestras viñas en flor (Cant II,15.). Fieles en lo pequeño, muy fieles en lo pequeño. Si procuramos esforzarnos así, aprenderemos también a acudir con confianza a los brazos de Santa María, como hijos suyos. ¿No os recordaba al principio que todos nosotros tenemos muy pocos años, tantos como los que llevamos decididos a tratar a Dios con intimidad? Pues es razonable que nuestra miseria y nuestra poquedad se acerquen a la grandeza y a la pureza santa de la Madre de Dios, que es también Madre nuestra.
Os puedo contar otra anécdota real, porque han transcurrido ya tantos años, tantísimos años desde que sucedió; y porque os ayudará a pensar, por el contraste y la crudeza de las expresiones. Me hallaba dirigiendo un curso de retiro para sacerdotes de diversas diócesis. Yo los buscaba con afecto y con interés, para que viniesen a hablar, a desahogar su conciencia, porque también los sacerdotes necesitamos del consejo y de la ayuda de un hermano. Empecé a charlar con uno, algo brutote, pero muy noble y sincero le tiraba de la lengua un poco, con delicadeza y con claridad, para restañar cualquier herida que hubiera allá dentro, en su corazón. En un determinado momento, me interrumpió, más o menos con estas palabras: yo tengo una envidia muy grande de mi burra; ha estado prestando servicios parroquiales en siete curatos, y no hay nada que decir de ella. ¡Ay si yo hubiera hecho lo mismo! (Amigos de Dios 16).