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Aprovechar el tiempo para dar gloria a Dios
Es bueno dar gloria a Dios, sin tomarse anticipos (Mujer, hijos, honores...) de esa gloria, de que gozaremos plenamente con Él en la Vida...
Además, Él es generoso... Da el ciento por uno; y esto es verdad hasta en los hijos. -Muchos se privan de ellos por su gloria, y tienen miles de hijos de su espíritu. -Hijos, como nosotros lo somos del Padre nuestro, que está en los cielos. (Camino 779).
El Señor tiene derecho -y cada uno de nosotros obligación- a que "en todo instante" le glorifiquemos. Luego, si desperdiciamos el tiempo, robamos gloria a Dios. (Surco 508).
No esperes por tu labor el aplauso de las gentes.
-¡Más!: no esperes siguiera, a veces, que te comprendan otras personas e instituciones, que también trabajan por Cristo.
-Busca sólo la gloria de Dios y, amando a todos, no te preocupe que otros no te entiendan. (Forja 255).
Voy a proseguir este rato de charla ante el Señor, con una nota que utilicé años atrás, y que mantiene toda su actualidad. Recogí entonces unas consideraciones de Teresa de Ávila: todo es nada, y menos que nada, lo que se acaba y no contenta a Dios (Sta. Teresa de Jesús, Libro de la vida, 20, 26). ¿Comprendéis por qué un alma deja de saborear la paz y la serenidad cuando se aleja de su fin, cuando se olvida de que Dios la ha creado para la santidad? Esforzaos para no perder nunca este punto de mira sobrenatural, tampoco a la hora de la distracción o del descanso, tan necesarios en la vida de cada uno como el trabajo.
Ya podéis llegar a la cumbre de vuestra tarea profesional, ya podéis alcanzar los triunfos más resonantes, como fruto de esa libérrima iniciativa que ejercéis en las actividades temporales; pero si me abandonáis ese sentido sobrenatural que ha de presidir todo nuestro quehacer humano, habréis errado lamentablemente el camino.
(Amigos de Dios 10).
Aprendamos de esta actitud de Jesús. En su vida en la tierra, no ha querido ni siquiera la gloria que le pertenecía, porque teniendo derecho a ser tratado como Dios, ha asumido la forma de siervo, de esclavo. El cristiano sabe así que es para Dios toda la gloria; y que no puede utilizar como instrumento de intereses y de ambiciones humanas la sublimidad y la grandeza del Evangelio.
Aprendamos de Jesús. Su actitud, al oponerse a toda gloria humana, está en perfecta correlación con la grandeza de una misión única: la del Hijo amadísimo de Dios, que se encarna para salvar a los hombres. Una misión que el cariño del Padre ha rodeado de una solicitud colmada de ternura: Filius meus es tu, ego hodie genui te. Postula a me et dabo tibi gentes hereditatem tuam: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. Pide, y te daré las gentes como heredad.
El cristiano que —siguiendo a Cristo— vive en esa actitud de completa adoración del Padre, recibe también del Señor palabras de amorosa solicitud: Porque espera en mí, lo libraré; lo protegeré, porque conoce mi nombre. (Es Cristo que pasa 62).