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Hacer apostolado con naturalidad
Naturalidad. -Que vuestra vida de caballeros cristianos, de mujeres cristianas -vuestra sal y vuestra luz- fluya espontáneamente, sin rarezas, ni ñoñerías: llevad siempre con vosotros vuestro espíritu de sencillez. (Camino 379).
Cuando se trabaja única y exclusivamente por la gloria de Dios, todo se hace con naturalidad, sencillamente, como quien tiene prisa y no puede detenerse en "mayores manifestaciones", para no perder ese trato -irrepetible e incomparable- con el Señor. (Surco 555).
¡Vive la vida cristiana con naturalidad! Insisto: da a conocer a Cristo en tu conducta, como reproduce la imagen un espejo normal, que no deforma, que no hace caricatura. -Si eres normal, como ese espejo, reflejarás la vida de Cristo, y la mostrarás a los demás. (Forja 140).
Además: ¿quién ha dispuesto que para hablar de Cristo, para difundir su doctrina, sea preciso hacer cosas raras, extrañas? Vive tu vida ordinaria; trabaja donde estás, procurando cumplir los deberes de tu estado, acabar bien la labor de tu profesión o de tu oficio, creciéndote, mejorando cada jornada. Sé leal, comprensivo con los demás y exigente contigo mismo. Sé mortificado y alegre. Ese será tu apostolado. Y, sin que tú encuentres motivos, por tu pobre miseria, los que te rodean vendrán a ti, y con una conversación natural, sencilla -a la salida del trabajo, en una reunión de familia, en el autobús, en un paseo, en cualquier parte- charlaréis de inquietudes que están en el alma de todos, aunque a veces algunos no quieran darse cuenta: las irán entendiendo más, cuando comiencen a buscar de verdad a Dios.
Pídele a María, Regina apostolorum, que te decidas a ser partícipe de esos deseos de siembra y de pesca, que laten en el Corazón de su Hijo. Te aseguro que, si empiezas, verás, como los pescadores de Galilea, repleta la barca. Y a Cristo en la orilla, que te espera. Porque la pesca es suya. (Amigos de Dios 273).
El hombre piadoso, si obra con naturalidad, necesariamente se impone. En cambio, el beato sólo consigue provocar risas: sin venir a cuento, con palabras y gestos poco varoniles, pone de relieve su sensiblería o su mojigatería. Nosotros hemos de ser recios en nuestra piedad, hemos de hablar y actuar con las palabras y las acciones propias de un cristiano corriente, que no se aparta del ambiente que le rodea. No podemos segregamos del mundo: ahí estamos para luchar contra sus costumbres malas y llevarlo a Dios. Los hábitos de los demás han de ser los nuestros. Eliminemos, pues, de nuestro exterior -de nuestro lenguaje, de nuestra conducta- cualquier gesto raro, que nos haga extraños al medio en el que hemos de desenvolvernos. ¡Qué eficaz será nuestro apostolado, si obramos con naturalidad! Recuerdo una conversación con un Sr. Obispo. Después de haber leído ciertos papeles que le mostré, entendió admirablemente el espíritu de la Obra y me decía: "¡Cuánto bien han de hacer esos apóstoles, en medio del mundo, actuando con naturalidad!". (Crecer para adentro. Las bodas de Caná).