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El apóstol ha de tener caridad en la convivencia
Que el fuego de tu Amor no sea un fuego fatuo. -Ilusión, mentira de fuego, que ni prende en llamaradas lo que toca, ni da calor (Camino 412).
Qué pérdida de tiempo y qué visión tan humana, cuando todo lo reducen a tácticas, como si ahí estuviera el secreto de la eficacia (Surco 147).
-Se olvidan de que la "táctica" de Dios es la caridad, el Amor sin límites: así colmó Él la distancia incolmable que abre el hombre, con el pecado, entre el Cielo y la tierra.
Nunca tengas miedo a decir la verdad, sin olvidar que algunas veces es mejor callar, por caridad con el prójimo. Pero no te calles jamás por desidia, por comodidad o por cobardía (Forja 129).
Me dirás, quizá: ¿y por qué habría de esforzarme? No te contesto yo, sino San Pablo: el amor de Cristo nos urge (2 Cor V, 14). Todo el espacio de una existencia es poco, para ensanchar las fronteras de tu caridad. Desde los primerísimos comienzos del Opus Dei he manifestado mi gran empeño en repetir sin descanso, para las almas generosas que se decidan a traducirlo en obras, aquel grito de Cristo: en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros (Ioh XIII. 35). Nos conocerán precisamente en eso, porque la caridad es el punto de arranque de cualquier actividad de un cristiano.
El, que es la misma pureza, no asegura que conocerán a sus discípulos por la limpieza de su vida. El, que es la sobriedad, que ni siquiera dispone de una piedra donde reclinar su cabeza (Cfr. Mt VIII. 20), que pasó tantos días en ayuno y retiro (Cfr. Mt IV. 2), no manifiesta a los Apóstoles: os conocerán como escogidos míos porque no sois comilones ni bebedores.
La vida limpia de Cristo era -como ha sido y será en todas las épocas- un bofetón para aquella sociedad de entonces, como ahora con frecuencia tan podrida. Su sobriedad, otro latigazo para los que estaban de banquete continuo, provocando el vómito después de comer para poder seguir comiendo, cumpliendo a la letra las palabras de Saulo: convierten su vientre en un dios (Cfr. Phil III, 19) (Amigos de Dios 43).
La fe y la esperanza se han de manifestar en el sosiego con que se enfocan los problemas, pequeños o grandes, que en todos los hogares ocurren, en la ilusión con que se persevera en el cumplimiento del propio deber. La caridad lo llenará así todo, y llevará a compartir las alegrías y los posibles sinsabores; a saber sonreír, olvidándose de las propias preocupaciones para atender a los demás; a escuchar al otro cónyuge o a los hijos, mostrándoles que de verdad se les quiere y comprende; a pasar por alto menudos roces sin importancia que el egoísmo podría convertir en montañas; a poner un gran amor en los pequeños servicios de que está compuesta la convivencia diaria.
Santificar el hogar día a día, crear, con el cariño, un auténtico ambiente de familia: de eso se trata. Para santificar cada jornada, se han de ejercitar muchas virtudes cristianas; las teologales en primer lugar y, luego, todas las otras: la prudencia, la lealtad, la sinceridad, la humildad, el trabajo, la alegría... Hablando del matrimonio, de la vida matrimonial, es necesario comenzar con una referencia clara al amor de los cónyuges. (Es Cristo que pasa 23).