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31 marzo 2026

MODO DE VIVIR: Apostolado

Apostolado

Eres, entre los tuyos -alma de apóstol-, la piedra caída en el lago. -Produce, con tu ejemplo y tu palabra, un primer círculo... y éste, otro... y otro, y otro... Cada vez más ancho.
¿Comprendes ahora la grandeza de tu misión? (Camino 831).

Empezaste con muchos bríos. Pero poco a poco te has ido achicando... Y vas a acabar metido en tu pobre caparazón, si sigues empequeñeciendo tu horizonte.
-¡Cada vez has de ensanchar más tu corazón, con hambres de apostolado!: de cien almas nos interesan las cien (Surco 183).

Ante la aparente esterilidad del apostolado, te asaltan las vanguardias de una oleada de desaliento, que tu fe rechaza con firmeza... -Pero te das cuenta de que necesitas más fe, humilde, viva y operativa.
Tú, que deseas la salud de las almas, grita como el padre de aquel muchacho enfermo, poseído por el diablo: «Domine, adiuva incredulitatem meam!» -¡Señor, ayuda mi incredulidad!
No lo dudes: se repetirá el milagro (Forja 257).

El principal apostolado que los cristianos hemos de realizar en el mundo, el mejor testimonio de fe es contribuir a que dentro de la Iglesia se respire el clima de la auténtica caridad. Cuando no nos amamos de verdad, cuando hay ataques, calumnias y rencillas, ¿quién se sentirá atraído por los que sostienen que predican la Buena Nueva del Evangelio?
Resulta muy fácil, muy a la moda, afirmar con la boca que se ama a todas las criaturas, creyentes y no creyentes. Pero si el que habla así maltrata a los hermanos en la fe, dudo de que en su conducta exista algo distinto de una palabrería hipócrita. En cambio, cuando amamos en el Corazón de Cristo a los que somos hijos de un mismo Padre, estamos asociados en una misma fe y somos herederos de una misma esperanza (Minucio Félix, Octavius, 31 (PL 3, 338), nuestra alma se engrandece y arde con el afán de que todos se acerquen a Nuestro Señor.
Os estoy recordando las exigencias de la caridad, y quizá alguno habrá opinado que falta precisamente esa virtud en las palabras que acabo de pronunciar. Nada más opuesto a la realidad. Puedo aseguraros que, con un santo orgullo y sin falsos ecumenismos, me llené de gozo cuando en el pasado Concilio Vaticano II tomaba cuerpo con renovada intensidad esa preocupación por llevar la Verdad a los que andan apartados del único Camino, del de Jesús, pues me consume el hambre de que se salve la humanidad entera (Amigos de Dios 226).