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27 marzo 2026

MODO DE VIVIR: Apostolado epistolar

Apostolado epistolar

¡Poder de tu nombre, Señor! -Encabecé mi carta, como suelo: "Jesús te me guarde". -Y me escriben:"Él ¡Jesús te me guarde! de su carta ya me ha servido para librarme de una buena. Que Él les guarde también a todos" (Camino 312).

Para ti, transcribo de una carta: "me encanta la humildad evangélica. Pero me subleva el encogimiento aborregado e inconsciente de algunos cristianos, que desprestigian así a la Iglesia. En ellos debió de fijarse aquel escritor ateo, cuando dijo que la moral cristiana es una moral de esclavos..." Realmente somos siervos: siervos elevados a la categoría de hijos de Dios, que no desean conducirse como esclavos de las pasiones. (Surco 267).

Niño bueno: los amadores de la tierra ¡cómo besan las flores, la carta, el recuerdo del que aman!...
-Y tú, ¿podrás olvidarte alguna vez de que le tienes siempre a tu lado... ¡a Él!? -¿Te olvidarás... de que le puedes comer? (Forja 305).

Con trazos breves pero nítidos, nuestro Padre dibuja en una carta el marco de aquella predicación suya en el Consulado de Honduras. Con el lenguaje figurado, que utilizaba en la correspondencia de aquellos meses debido a la censura postal. Los "peques" son los cinco que le escuchaban; "el abuelo" es nuestro mismo Fundador; "tío Santi" es Santiago Escrivá, el hermano de nuestro Padre, que entonces tenía dieciocho años; "don Ángel C." es el Ángel Custodio. Escribe: Me entretuve con los niños, charla que charla, y es lástima no poderos enviar las notitas que Eduardo toma. Aunque presumo que don Ángel C. habrá dicho todo lo que hay que decir a cada uno. La escena, que suele repetirse, es divertida: los peques y el abuelo, en pijama, sentados en sus colchones de evacuados, muy serios, muy... graves -ésta es la palabra-, hasta que, terminado el tema formal, tío Santi -que se cree niño y quizá lo es- comienza a hacer su gimnasia, con peligros graves para la integridad del vecino (...) (Crecer para adentro).