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Apostolado de la inteligencia
Libros. -Extendí la mano, como un pobrecito de Cristo, y pedí libros. ¡Libros! que son alimento, para la inteligencia católica, apostólica y romana de muchos jóvenes universitarios.
-Extendí la mano, como un pobrecito de Cristo... ¡y me llevé cada chasco!
-¿Por qué no entienden, Jesús, la honda caridad cristiana de esa limosna, más eficaz que dar pan de buen trigo? (Camino 467).
Donde no te llegue la inteligencia, pide que te alcance la santa pillería, para servir más y mejor a todos (Surco 942).
Hemos de procurar que, en todas las actividades intelectuales, haya personas rectas, de auténtica conciencia cristiana, de vida coherente, que empleen las armas de la ciencia en servicio de la humanidad y de la Iglesia.
Porque nunca faltarán en el mundo, como ocurrió cuando Jesús vino a la tierra, nuevos Herodes que intenten aprovechar los conocimientos científicos, incluso falseándolos, para perseguir a Cristo y a los que son de Cristo.
¡Qué gran labor tenemos por delante! (Forja 636).
Replicóle Simón: Maestro, durante toda la noche hemos estado fatigándonos, y nada hemos cogido (Lc V, 5). La contestación parece razonable. Pescaban, ordinariamente, en esas horas; y, precisamente en aquella ocasión, la noche había sido infructuosa. ¿Cómo pescar de día? Pero Pedro tiene fe: no obstante, sobre tu palabra echaré la red (Lc V, 5). Decide proceder como Cristo le ha sugerido; se compromete a trabajar fiado en la Palabra del Señor. ¿Qué sucede entonces? Habiéndolo hecho, recogieron tan gran cantidad de peces, que la red se rompía. Por lo que hicieron señas a los compañeros de la otra barca, para que viniesen y les ayudasen. Se acercaron inmediatamente y llenaron tanto las dos barcas, que faltó poco para que se hundiesen (Lc V, 6-7).
Jesús, al salir a la mar con sus discípulos, no miraba sólo a esta pesca. Por eso, cuando Pedro se arroja a sus pies y confiesa con humildad: apártate de mi, Señor, que soy un hombre pecador, Nuestro Señor responde: no temas, de hoy en adelante serán hombres los que has de pescar (Lc V, 8, l0). Y en esa nueva pesca, tampoco fallará toda la eficacia divina: instrumentos de grandes prodigios son los apóstoles, a pesar de sus personales miserias (Amigos de Dios 261).