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13 marzo 2026

MODO DE VIVIR: El apóstol ha de ser humilde

El apóstol ha de ser humilde

Que eres...nadie. -Que otros han levantado y levantan ahora maravillas de organización, de prensa, de propaganda. -¿Que tienen todos los medios, mientras tú no tienes ninguno?... Bien: acuérdate de Ignacio:
Ignorante, entre los doctores de Alcalá. -Pobre, pobrísimo, entre los estudiantes de París. -Perseguido, calumniado...
Es el camino: ama y cree y ¡sufre!: tu Amor y tu Fe y tu Cruz son los medios infalibles para poner por obra y para eternizar las ansias de apostolado que llevas en tu corazón (Camino 474).

No podía ser más sencilla la manera de llamar Jesús a los primeros doce: "ven y sígueme".
Para ti, que buscas tantas excusas con el fin de no continuar esa tarea, se acomoda como el guante a la mano la consideración de que muy pobre era la ciencia humana de aquellos primeros; y, sin embargo, ¡cómo removieron a quienes les escuchaban!
-No me lo olvides: la labor la sigue haciendo Él, a través de cada uno de nosotros. (Surco 189).

Los primeros Apóstoles, cuando el Señor los llamó, estaban junto a la barca vieja y junto a las redes rotas, remendándolas. El Señor les dijo que le siguieran; y ellos, «statim» -inmediatamente, «relictis omnibus» -abandonando todas las cosas, ¡todo!, le siguieron...
Y sucede algunas veces que nosotros -que deseamos imitarles- no acabamos de abandonar todo, y nos queda un apego en el corazón, un error en nuestra vida, que no queremos cortar, para ofrecérselo al Señor.
-¿Harás el examen de tu corazón bien a fondo? -No ha de quedar nada ahí, que no sea de Él; si no, no le amamos bien, ni tú ni yo (Forja 356).

Os recuerdo que, si sois sinceros, si os mostráis como sois, si os endiosáis, a base de humildad, no de soberbia, vosotros y yo permaneceremos seguros en cualquier ambiente: podremos hablar siempre de victorias, y nos llamaremos vencedores. Con esas íntimas victorias del amor de Dios, que traen la serenidad, la felicidad del alma, la comprensión.
La humildad nos empujará a que llevemos a cabo grandes labores; pero a condición de que no perdamos de vista la conciencia de nuestra poquedad, con un convencimiento de nuestra pobre indigencia que crezca cada día. Admite sin vacilaciones que eres un servidor obligado a realizar un gran número de servicios. No te pavonees por ser llamado hijo de Dios -reconozcamos la gracia, pero no olvidemos nuestra naturaleza-; no te engrías si has servido bien, porque has cumplido lo que tenías que hacer. El sol efectúa su tarea, la luna obedece; los ángeles desempeñan su cometido. El instrumento escogido por el Señor para los gentiles, dice: yo no merezco el nombre de Apóstol, porque he perseguido la Iglesia de Dios (1 Cor XV, 9)... Tampoco nosotros pretendamos ser alabados por nosotros mismos (S. Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, 8, 32 (PL 15, 1774)): por nuestros méritos, siempre mezquinos. (Amigos de Dios 106).