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6 febrero 2026

MODO DE VIVIR: Amor de Dios que libera

Amor de Dios que libera

Has de prestar Amor de Dios y celo por las almas a otros, para que éstos a su vez enciendan a muchos más que están en un tercer plano, y cada uno de estos últimos a sus compañeros de profesión.
¡Cuántas calorías espirituales necesitas! -Y ¡qué responsabilidad tan grande si te enfrías!, y -no lo quiero pensar- ¡qué crimen tan horroroso si dieras mal ejemplo! (Camino 944)

El Señor sembró en tu alma buena simiente. Y se valió -para esa siembra de vida eterna- del medio poderoso de la oración: porque tú no puedes negar que, muchas veces, estando frente al Sagrario, cara a cara, Él te ha hecho oír -en el fondo de tu alma- que te quería para Sí, que habías de dejarlo todo... Si ahora lo niegas, eres un traidor miserable; y, si lo has olvidado, eres un ingrato.
Se ha valido también -no lo dudes, como no lo has dudado hasta ahora- de los consejos o insinuaciones sobrenaturales de tu Director, que te ha repetido insistentemente palabras que no debes pasar por alto; y se valió al comienzo, además -siempre para depositar la buena semilla en tu alma-, de aquel amigo noble, sincero, que te dijo verdades fuertes, llenas de amor de Dios.
-Pero, con ingenua sorpresa, has descubierto que el enemigo ha sembrado cizaña en tu alma. Y que la continúa sembrando, mientras tú duermes cómodamente y aflojas en tu vida interior. -Esta, y no otra, es la razón de que encuentres en tu alma plantas pegajosas, mundanas, que en ocasiones parece que van a ahogar el grano de trigo bueno que recibiste...
-¡Arráncalas de una vez! Te basta la gracia de Dios. No temas que dejen un hueco, una herida... El Señor pondrá ahí nueva semilla suya: amor de Dios, caridad fraterna, ansias de apostolado...Y, pasado el tiempo, no permanecerá ni el mínimo rastro de la cizaña: si ahora, que estás tiempo, la extirpas de raíz; y mejor, si no duermes y vigilas de noche tu campo (Surco 677).

Nos responde el mismo Cristo: veritas liberabit vos ( Ioh VIII, 32); la verdad os hará libres. Qué verdad es ésta, que inicia y consuma en toda nuestra vida el camino de la libertad. Os la resumiré, con la alegría y con la certeza que provienen de la relación entre Dios y sus criaturas: saber que hemos salido de las manos de Dios, que somos objeto de la predilección de la Trinidad Beatísima, que somos hijos de tan gran Padre. Yo pido a mi Señor que nos decidamos a darnos cuenta de eso, a saborearlo día a día: así obraremos como personas libres. No lo olvidéis: el que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima, y carece en su actuación del dominio y del señorío propios de los que aman al Señor por encima de todas las cosas.
Rechazad el engaño de los que se conforman con un triste vocerío: ¡libertad, libertad! Muchas veces, en ese mismo clamor se esconde una trágica servidumbre: porque la elección que prefiere el error, no libera; el único que libera es Cristo (Cfr. Gal IV, 31), ya que sólo El es el Camino, la Verdad y la Vida (Cfr. Ioh XIV, 6) (Amigos de Dios 26).