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Las ánimas benditas del purgatorio. -Por caridad, por justicia, y por un egoísmo disculpable -¡pueden tanto delante de Dios!- tenlas muy en cuenta en tus sacrificios y en tu oración. Ojalá, cuando las nombres, puedas decir: "Mis buenas amigas las almas del purgatorio..." (Camino 571).
El purgatorio es una misericordia de Dios, para limpiar los defectos de los que desean identificarse con Él (Surco 889).
No quieras hacer nada por ganar mérito, ni por miedo a las penas del purgatorio: todo, hasta lo más pequeño, desde ahora y para siempre, empéñate en hacerlo por dar gusto a Jesús (Forja 1041).
Unidos íntimamente con Jesús Sacramentado, a quien acabamos de recibir, vamos a recordar en nuestra oración a los hermanos nuestros que todavía libran las peleas de esta vida, a los que acabaron ya el combate y se purifican ahora en el Purgatorio, y a los que gozan ya de Dios en el Cielo: la Iglesia militante, la Iglesia purgante y la Iglesia triunfante. El propósito será tener siempre muy presente la consoladora doctrina de la Comunión de los Santos.
Así como hay hermanos nuestros que sufren en la tierra, quizá haya alguno en el Purgatorio. No gusta a las gentes, en general, oír hablar de Purgatorio y de Infierno; sólo quieren que se les hable del Cielo. No son como aquellos primeros hermanos nuestros en la fe, que cultivaban una virtud recia y no sentían miedo de nada. Se parecen más bien a estas imágenes modernas de colorines, dulzonas. Si nos oyesen hablar, dirían que estamos locos, ¡locos! Pero son ellos los que cometen la gran locura de pretender pasar de esta vida a la eterna, de la tierra al Cielo, sin sufrir lo más mínimo, sin poner los medios sobrenaturales, entre los que se cuenta la mortificación, la unión con la Cruz de Cristo.
Hay quienes sufren en el Purgatorio. Nosotros, con nuestras oraciones y nuestras buenas obras, estamos en condiciones de aliviarlos en sus dolores y de llevarlos a la verdadera Vida, con mayúscula, y al Amor verdadero, con mayúscula también.
Cuando transcurran los años, contaremos que durante la revolución y la guerra civil fuimos acogidos en este refugio diplomático. Y a pesar de los pesares -y es mucho el pesar y son muchos los pesares que estamos sufriendo-, recordaremos con gratitud al jefe de esta misión, que nos ha salvado la vida terrena. Si esto es así aquí abajo, imaginaos cómo agradecerán las ánimas benditas del Purgatorio que les ayudemos a llegar pronto a la Vida, con mayúscula. ¡Con qué alegría nos pagarán desde el Cielo nuestros sufragios, intercediendo por nosotros, presentando a Dios nuestras buenas obras, realzándolas y acrecentando nuestros méritos! (Crecer para adentro. La Comunión de los Santos).