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3 enero 2026

MODO DE VIVIR: Sembrar alegría a manos llenas

Alégrate, si ves que otros trabajan en buenos apostolados. -Y pide, para ellos, gracia de Dios abundante y correspondencia a esa gracia.
Después, tú a tu camino: persuádete de que no tienes otro (Camino 965).

Estás pasando unos días de alborozo, henchida el alma de sol de color. Y, cosa extraña, ¡los motivos de tu gozo son los mismos que otras veces te desanimaban!
Es lo de siempre: todo depende del punto de mira. -«Laetetur cor quaerentium Dominum!» -cuando se busca al Señor, el corazón rebosa siempre de alegría (Surco 72).

¡Qué hermosa es nuestra vocación de cristianos -¡de hijos de Dios!-, que nos trae en la tierra la alegría y la paz que el mundo no puede dar! (Forja 269).

Sí, fue muy grande mi alegría, también porque se veía confirmado nuevamente un apostolado tan preferido por el Opus Dei, el apostolado ad fidem, que no rechaza a ninguna persona, y admite a los no cristianos, a los ateos, a los paganos, para que en lo posible participen de los bienes espirituales de nuestra Asociación: esto tiene una larga historia, de dolor Y de lealtad, que he contado en otras ocasiones. Por eso repito, sin miedo, que considero un celo hipócrita, embustero, el que empuja a tratar bien a los que están lejos, de paso que pisotea o desprecia a los que con nosotros viven la misma fe. Tampoco creo que te intereses por el último pobre de la calle, si martirizas a los de tu casa; si permaneces indiferente en sus alegrías, en sus penas y en sus disgustos; si no te esfuerzas en comprender o en pasar por alto sus defectos, siempre que no sean ofensa de Dios (Amigos de Dios 269).

Cristo vive en el cristiano. La fe nos dice que el hombre, en estado de gracia, está endiosado. Somos hombres y mujeres, no ángeles. Seres de carne y hueso, con corazón y con pasiones, con tristezas y con alegrías. Pero la divinización redunda en todo el hombre como un anticipo de la resurrección gloriosa. Cristo ha resucitado de entre los muertos y ha venido a ser como las primicias de los difuntos; porque así como por un hombre vino la muerte, por un hombre debe venir la resurrección de los muertos. Que así como en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.
La vida de Cristo es vida nuestra, según lo que prometiera a sus Apóstoles, el día de la Ultima Cena: Cualquiera que me ama, observará mis mandamientos, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos mansión dentro de él. El cristiano debe —por tanto— vivir según la vida de Cristo, haciendo suyos los sentimientos de Cristo, de manera que pueda exclamar con San Pablo, non vivo ego, vivit vero in me Christus, no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí (Es Cristo que pasa 103).