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Jesús sufre por cumplir la Voluntad del Padre... Y tú, que quieres también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podrás quejarte si encuentras por compañero de camino al sufrimiento? (Camino 213).
Te ha entusiasmado ese espíritu de hermandad y compañerismo, que descubriste inesperadamente... -Claro: es algo que habías soñado con tanta fuerza, pero que nunca habías visto. No lo habías visto, porque los hombres olvidan que son hermanos de Cristo, de ese amable Hermano muestro, que entregó su vida por los otros, por todos y por cada uno, sin condiciones (Surco 732).
Frecuentas el trato de ese compañero que apenas te da los buenos días..., y te cuesta.
-Persevera y no le juzgues; tendrá "sus motivos", de la misma manera que tú alimentas los tuyos para encomendarle más cada jornada (Forja 843).
No sé si os habrán contado, en vuestra infancia, la fábula de aquel-campesino, al que regalaron un faisán dorado. Transcurrido el primer momento de alegría y de sorpresa por ese obsequio, el nuevo dueño buscó dónde podría encerrarlo. Al cabo de bastantes horas, tras muchas dudas y diferentes planes, optó por meterlo en el gallinero. Las gallinas, admiradas por la belleza del recién venido, giraban a su alrededor, con el asombro de quien descubre un semidiós. En medio de tanto alboroto, sonó la hora de la pitanza y, al echar el dueño los primeros puñados de salvado, el faisán -famélico por la espera- se lanzó con avidez a sacar el vientre de mal año. Ante un espectáculo tan vulgar -aquel prodigio de hermosura comía con las mismas ansias del animal más corriente- las desencantadas compañeras de corral la emprendieron a picotazos contra el ídolo caído, hasta arrancarle todas las plumas. Así de triste es el desmoronamiento del ególatra; tanto más desastroso cuanto más se ha empinado sobre sus propias fuerzas, presuntuosamente confiado en su personal capacidad.
Sacad consecuencias prácticas para vuestra vida diaria, sintiéndoos depositarios de unos talentos -sobrenaturales y humanos- que habéis de aprovechar rectamente, y rechazad el ridículo engaño de que algo os pertenece, como si fuera fruto de vuestro solo esfuerzo. Acordaos de que hay un sumando -Dios- del que nadie puede prescindir (Amigos de Dios 113).