-
Hemos de hacer vida nuestra la vida y la muerte de Cristo. Morir por la mortificación y la penitencia, para que Cristo viva en nosotros por el Amor. Y seguir entonces los pasos de Cristo, con afán de corredimir a todas las almas.
Dar la vida por los demás. Sólo así se vive la vida de Jesucristo y nos hacemos una misma cosa con El. Via Crucis, estación XIV, n.14
Si te decides a entrar por estos caminos de contemplación, enseguida te sentirás amigo del Maestro, con el divino encargo de abrir los senderos divinos de la tierra a la humanidad entera
El Señor nos ha regalado la vida, los sentidos, las potencias, gracias sin cuento: y no tenemos derecho a olvidar que somos un obrero, entre tantos, en esta hacienda, en la que Él nos ha colocado, para colaborar en la tarea de llevar el alimento a los demás. Este es nuestro sitio: dentro de estos límites; aquí hemos de gastarnos diariamente con Él, ayudándole en su labor redentora. Amigos de Dios, 49
Si te decides —sin rarezas, sin abandonar el mundo, en medio de tus ocupaciones habituales— a entrar por estos caminos de contemplación, enseguida te sentirás amigo del Maestro, con el divino encargo de abrir los senderos divinos de la tierra a la humanidad entera. Sí, con esa labor tuya contribuirás a que se extienda el reinado de Cristo en todos los continentes. Y se sucederán, una tras otra, las horas de trabajo ofrecidas por las lejanas naciones que nacen a la fe, por los pueblos de oriente impedidos bárbaramente de profesar con libertad sus creencias, por los países de antigua tradición cristiana donde parece que se ha oscurecido la luz del Evangelio y las almas se debaten en las sombras de la ignorancia... Entonces, ¡qué valor adquiere esa hora de trabajo!, ese continuar con el mismo empeño un rato más, unos minutos más, hasta rematar la tarea. Conviertes, de un modo práctico y sencillo, la contemplación en apostolado, como una necesidad imperiosa del corazón, que late al unísono con el dulcísimo y misericordioso Corazón de Jesús, Señor Nuestro.
Amigos de Dios, 67