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16 febrero 2025

MODO DE VIVIR: ¿Cuál será el tema de la conversación en la oración?

En una conversación se escucha y se habla; el alma se entrega a Dios y Dios se comunica al alma.
Para escuchar a Dios, para recibir sus luces, basta con que el corazón se halle penetrado por sentimientos de fe de reverencia, de humildad, de ardiente confianza, de amor generoso.
Para hablarle, es preciso tener algo que decirle. ¿Cuál será el tema de la conversación? Este depende principalmente de dos factores: la medida de la gracia que Jesucristo da al alma y el estado de la misma alma.
La primera cosa que debemos tener presente es, pues, la medida de los dones de gracia comunicados por Cristo (Ef 4,7). Jesucristo, en cuanto Dios, es dueño absoluto de sus dones: otorga su gracia al alma, como y cuando lo juzga oportuno; derrama en ella su luz cuando es del agrado de su soberana majestad; nos guía y lleva hacia su Padre por su Espíritu. Si leyeseis los maestros de la vida espiritual, veríais que siempre han respetado santamente esta soberanía de Cristo en la dispensación de sus favores y de sus luces; esto explica su extrema reserva al tratar de las relaciones del alma con su Dios.
San Benito, que fue un eminente contemplativo, favorecido con gracias extraordinarias de oración y maestro en el conocimiento de las almas, exhorta a sus discípulos a «entregarse con frecuencia a la oración» [orationi frequenter incumbere. Regla, cap.IV], deja claramente entender que la vida de oración es de absoluta necesidad para encontrar a Dios. Pero cuando se trata de reglamentar el modo de darse a la oración, lo hace con particular discreción. Presupone, naturalmente, que ya se ha adquirido cierto conocimiento habitual de las cosas divinas por medio de la lectura asidua de las Sagradas Escrituras y de las obras de los Santos Padres de la Iglesia. Tocante a la oración, se limita a indicar en primer lugar cuál debe ser la disposición con que el alma debe acercarse a la presencia de Dios: profunda reverencia y humildad [es de notar que el Patriarca de los monjes intitula el capítulo de la oración: «De la reverencia que se debe observar en la oración», cap.XX.], y quiere que el alma permanezca en presencia de Dios en espíritu de gran arrepentimiento y de perfecta sencillez. Esta disposición es la mejor para escuchar la voz de Dios con fruto. En cuanto a la oración misma, además de relacionarla íntimamente con la salmodia (de la que la oración no es más que la continuación interna), San Benito la hace consistir en impulsos cortos y fervorosos del corazón a Dios. «El alma, dice, siguiendo el consejo del mismo Cristo (Mt 7,7), debe evitar el mucho hablar; no prolongará el ejercicio de la oración a menos de ser arrastrada a ello por los movimientos del Espíritu Santo, que mora en ella por la gracia». Ninguna otra indicación expresa sobre la oración nos dejó el legislador de la vida monástica.