Página inicio

-

Agenda

6 diciembre 2025

MODO DE VIVIR: Tengo que darme del todo

Hay que darse del todo, hay que negarse del todo: es preciso que el sacrificio sea holocausto (Camino 186).

Sientes más alegría. Pero esta vez se trata de una alegría nerviosa, un poco impaciente, acompañada de la sensación clara de que en ti algo se desgarra en sacrificio.
Escúchame bien: aquí en la tierra, no hay felicidad completa. Por eso, ahora, inmediatamente, sin palabras y sin victimismos, ofrécete en oblación a Dios, con un entregamiento total y absoluto (Surco 71).

Ama y busca la ayuda de quien lleva tu alma. En la dirección espiritual, pon al descubierto tu corazón, del todo -¡podrido, si estuviese podrido!-, con sinceridad, con ganas de curarte; si no, esa podredumbre no desaparecerá nunca.
Si acudes a una persona que sólo puede limpiar superficialmente la herida..., eres un cobarde, porque en el fondo vas a ocultar la verdad, en daño de ti mismo (Forja 128).

Con esta perspectiva, convenceos de que si de veras deseamos seguir de cerca al Señor y prestar un servicio auténtico a Dios y a la humanidad entera, hemos de estar seriamente desprendidos de nosotros mismos: de los dones de la inteligencia, de la salud, de la honra, de las ambiciones nobles, de los triunfos, de los éxitos.
Me refiero también -porque hasta ahí debe llegar tu decisión- a esas ilusiones limpias, con las que buscamos exclusivamente dar toda la gloria a Dios y alabarle, ajustando nuestra voluntad a esta norma clara y precisa: Señor, quiero esto o aquello sólo si a Ti te agrada, porque si no, a mí, ¿para qué me interesa? Asestamos así un golpe mortal al egoísmo y a la vanidad, que serpean en todas las conciencias; de paso que alcanzamos la verdadera paz en nuestras almas, con un desasimiento que acaba en la posesión de Dios, cada vez más íntima y más intensa.
Para imitar a Jesucristo, el corazón ha de estar enteramente libre de apegamientos. Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, cargue con su cruz y sígame. Pues quien quisiera salvar su vida, la perderá; mas quien perdiere su vida por amor de mi, la encontrará. Porque ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma (Mt XVI. 24-26). Y comenta San Gregorio: no bastaría vivir desprendidos de las cosas, si no renunciáramos además a nosotros mismos. Pero... ¿a dónde iremos fuera de nosotros? ¿Quién es el que renuncia, si a si mismo se deja?
Sabed que una es la situación nuestra en cuanto caídos por el pecado; y otra, en cuanto formados por Dios. De una forma hemos sido creados, y en otra distinta nos encontramos a causa de nosotras mismos. Renunciémonos, en lo que nos hemos convertido pecando, y mantengámonos como hemos sido constituidos por la gracia. Así, el que ha sido soberbio, si, convertido a Cristo, se hace humilde, ya ha renunciado a si mismo; si un lujurioso cambia a una vida continente, también se ha renunciado en lo que antes era; si un avariento deja de codiciar y, en lugar de apoderarse de lo ajeno, comienza a ser generoso con lo propio, ciertamente se ha negado a si mismo
(S. Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia, 32. 2 (PL 76, 1233) (Amigos de Dios 114).