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Rectificar. -Cada día un poco. -Esta es tu labor constante si de veras quieres hacerte santo (Camino 290).
Resulta muy cómodo decir: "no valgo: no me sale -no nos sale- una a derechas". -Aparte de que no es verdad, ese pesimismo cela una poltronería muy grande... Hay cosas que haces bien, y cosas que haces mal. Llénate de contento y de esperanza por las primeras; y enfréntate -sin desaliento- con las segundas, para rectificar: y saldrán (Surco 68).
Algunos hacen sólo lo que está en las manos de unas pobres criaturas, y pierden el tiempo. Se repite a la letra la experiencia de Pedro: «Praeceptor, per totam noctem laborantes nihil cepimus!» -Maestro, hemos trabajado toda la noche, y no hemos pescado nada.
Si trabajan por su cuenta, sin unidad con la Iglesia, sin la Iglesia, ¿qué eficacia tendrá ese apostolado?: ¡ninguna!
-Han de persuadirse de que, ¡por su cuenta!, nada podrán. Tú has de ayudarles a continuar escuchando el relato evangélico: «in verbo autem tuo laxabo rete» -fiado en tu palabra, lanzaré la red. Entonces la pesca será abundante y eficaz.
-¡Qué bonito es rectificar, cuando se ha hecho, por cualquier motivo, un apostolado por cuenta propia! (Forja 175).
Las virtudes humanas exigen de nosotros un esfuerzo continuado, porque no es fácil mantener durante largo tiempo un temple de honradez ante las situaciones que parecen comprometer la propia seguridad. Fijaos en la limpia faceta de la veracidad: ¿será cierto que ha caído en desuso? ¿Ha triunfado definitivamente la conducta de compromiso, el dorar la píldora y montar la piedra? Se teme a la verdad. Por eso se acude a un expediente mezquino: afirmar que nadie vive y dice la verdad, que todos recurren a la simulación y a la mentira.
Por fortuna no es así. Existen muchas personas -cristianos y no cristianos- decididas a sacrificar su honra y su fama por la verdad, que no se agitan en un salto continuo para buscar el sol que más calienta. Son los mismos que, porque aman la sinceridad, saben rectificar cuando descubren que se han equivocado. No rectifica el que empieza mintiendo, el que ha convertido la verdad sólo en una palabra sonora para encubrir sus claudicaciones (Amigos de Dios 82).