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Agenda

21 diciembre 2025

MODO DE VIVIR: Alegría y libertad

¡Luces nuevas! -¡Qué alegría tienes por que el Señor te hizo descubrir otro Mediterráneo!
-Aprovecha esos instantes: es la hora de romper a cantar un himno de acción de gracias: y es también la hora de desempolvar rincones de tu alma, de dejar alguna rutina, de obrar más sobrenaturalmente, de evitar un posible escándalo en el prójimo...
-En una palabra: que tu agradecimiento se manifieste en un propósito concreto (Camino 298).

Es verdad: no valemos nada, no somos nada, no podemos nada, no tenemos nada. Y, simultáneamente, en medio de la lucha cotidiana, no faltan los obstáculos, las tentaciones... Pero la "alegría" de tus hermanos disipará todas las dificultades, en cuanto te reúnas con ellos, porque los verás firmemente apoyados en Él: «quia Tu es Deus fortitudo mea» -porque Tú eres, Señor, nuestra fortaleza (Surco 66).

¡Dios te espera! -Por eso, ahí donde estás, tienes que comprometerte a imitarle, a unirte a Él, con alegría, con amor, con ilusión, aunque se presente la circunstancia -o una situación permanente- de ir a contrapelo.
¡Dios te espera..., y te necesita fiel! (Forja 51)

Nuestra Santa Madre la Iglesia se ha pronunciado siempre por la libertad, y ha rechazado todos los fatalismos, antiguos y menos antiguos. Ha señalado que cada alma es dueña de su destino, para bien o para mal: y los que no se apartaron del bien irán a la vida eterna; los que cometieron el mal, al fuego eterno (Símbolo Quicumque). Siempre nos impresiona esta tremenda capacidad tuya y mía, de todos, que revela a la vez el signo de nuestra nobleza. Hasta tal punto el pecado es un mal voluntario, que de ningún modo seria pecado si no tuviese su principio en la voluntad: esta afirmación goza de tal evidencia que están de acuerdo los pocos sabios y los muchos ignorantes que habitan en el mundo (S. Agustín, De vera religione, 14, 27 [PL 34. 133]).
Vuelvo a levantar mi corazón en acción de gracias a mi Dios, a mi Señor, porque nada le impedía habernos creado impecables, con un impulso irresistible hacia el bien, pero juzgó que serían mejores sus servidores si libremente le servían (S. Agustín, De vera religione, 14, 27 [PL 34. 133]). ¡Qué grande es el amor, la misericordia de nuestro Padre! Frente a estas realidades de sus locuras divinas por los hijos, querría tener mil bocas, mil corazones, más, que me permitieran vivir en una continua alabanza a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Pensad que el Todopoderoso, el que con su Providencia gobierna el Universo, no desea siervos forzados, prefiere hijos libres. Ha metido en el alma de cada uno de nosotros -aunque nacemos proni ad peccatum, inclinados al pecado, por la caída de la primera pareja- una chispa de su inteligencia infinita, la atracción por lo bueno, un ansia de paz perdurable. Y nos lleva a comprender que la verdad, la felicidad y la libertad se consiguen cuando procuramos que germine en nosotros esa semilla de vida eterna (Amigos de Dios 33).