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19 diciembre 2025

MODO DE VIVIR: La alegría de un hombre de Dios tiene gancho

Comprendo la alegría sobrenatural y humana de aquél, que tenía la fortuna de ser una avanzadilla en la siembra divina.
"Es estupendo sentirse único, para remover toda una ciudad y sus alrededores", se repetía muy convencido.
-No esperes a contar con más medios o a que vengan otros: las almas te necesitan hoy, ahora (Surco 117).

Si imita al Señor, ningún alma será indiferente al cristiano, pues mirará al mundo «con los ojos de Cristo mismo». Mirará a los demás con un corazón compasivo, como el de su Maestro. En el marco de la naturalidad de quien es vecino, conocido, Cristo va encontrando seguidores, amigos a los que trasmite su mensaje de salvación.
Actuando así, con naturalidad, sin esconder los defectos, sin ocultar que luchamos por parecernos a Cristo, quienes nos rodean, ante el testimonio de una vida sencilla y normal, con las limitaciones y con los defectos propios de nuestra condición humana, pero coherente, se sentirán «invitados a preguntarnos: ¿cómo se explica vuestra alegría?, ¿de dónde sacáis las fuerzas para vencer el egoísmo y la comodidad?, ¿quién os enseña a vivir la comprensión, la limpia convivencia y la entrega, el servicio a los demás?
»Es entonces el momento de descubrirles el secreto divino de la existencia cristiana: de hablarles de Dios, de Cristo, del Espíritu Santo, de María. El momento de procurar transmitir, a través de las pobres palabras nuestras, esa locura del amor de Dios que la gracia ha derramado en nuestros corazones».
El apostolado de los hijos de Dios es, en buena parte, sobreabundancia de alegría sobrenatural y humana, transmitir la alegría de estar cerca de Dios. Cuando ésta «se derrama en los demás hombres, engendra esperanza, optimismo, impulsos de generosidad en la fatiga cotidiana, contagiando a toda la sociedad: sólo si tenéis en vosotros esta gracia divina, que es alegría y paz, podréis construir algo válido para los hombres», afirmaba el Papa san Juan Pablo II.
Un campo importante, donde debemos sembrar mucha alegría, es la familia. La nota dominante en el propio hogar ha de ser la sonrisa habitual -aunque estemos cansados, aunque tengamos asuntos que nos preocupen-, y entonces esta manera optimista, cordial, afable, de comportarnos es también «la piedra caída en el lago», que provoca una onda más amplia, y ésta otra más: acaba creando un clima grato, contagioso, en el que es posible convivir y en el que, con naturalidad, se desarrolla un apostolado fecundo con los hijos, con los padres, con los hermanos...
La alegría de un hombre de Dios, de una mujer de Dios, ha de ser desbordante: serena, contagiosa, con gancho...; en pocas palabras, ha de ser tan sobrenatural, tan pegadiza y tan natural, que arrastre a otros por los caminos cristianos» (CARVAJAL y BETETA. Hijos de Dios).