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14 diciembre 2025

MODO DE VIVIR: Gratitud. Qué cosa tengo que no haya recibido

¡Si un hombre hubiera muerto por librarme de la muerte!...
-Murió Dios. Y me quedo indiferente (Camino 437).

El convencimiento de tu "mala pasta" -tu propio conocimiento- te dará la reacción sobrenatural, que hará arraigar más y más en tu alma el gozo y la paz, ante la humillación, el desprecio, la calumnia...
Después del «fiat» -Señor, lo que Tú quieras-, tu raciocinio en esos casos deberá ser: "¿sólo ha dicho eso? Se ve que no me conoce; de otro modo, no se habría quedado tan corto".
Como estás convencido de que mereces peor trato, sentirás gratitud hacia aquella persona, y te gozarás en lo que a otro le haría sufrir (Surco 268).

Qué buena razón la de aquel sacerdote, cuando predicaba así: «Jesús me ha perdonado toda la muchedumbre de mis pecados -¡cuánta generosidad!-, a pesar de mi ingratitud. Y, si a María Magdalena le fueron perdonados muchos pecados, porque amó mucho, a mí que todavía me ha perdonado más, ¡qué gran deuda de amor me queda!»
¡Jesús, hasta la locura y el heroísmo! Con tu gracia, Señor, aunque me sea preciso morir por Ti, ya no te abandonaré (Forja 210).
Grabémoslo bien en nuestra alma, para que se note en la conducta: primero, justicia con Dios. Esa es la piedra de toque de la verdadera hambre y sed de justicia, que la distingue del griterío de los envidiosos, de los resentidos, de los egoístas y codiciosos... Porque negar a Nuestro Creador y Redentor el reconocimiento de los abundantes e inefables bienes que nos concede, encierra la más tremenda e ingrata de las injusticias. Vosotros, si de veras os esforzáis en ser justos, consideraréis frecuentemente vuestra dependencia de Dios -porque ¿qué cosa tienes tú que no hayas recibido?, para llenaros de agradecimiento y de deseos de corresponder a un Padre que nos ama hasta la locura.
Entonces se avivará en vosotros el espíritu bueno de piedad filial, que os hará tratar a Dios con ternura de corazón. Cuando los hipócritas planteen a vues¬tro alrededor la duda de si el Señor tiene derecho a pediros tanto, no os dejéis engañar. Al contrario, os pondréis en presencia de Dios sin condiciones, dóciles, como La arcilla en manos del alfarero, y le confesaréis rendidamente: Deus meus et omnia!, Tú eres mi Dios y mi todo. Y si alguna vez llega el golpe inesperado, la tribulación inmerecida de parte de los hombres, sabréis cantar con alegría nueva: hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios, sobre todas las cosas. Amén. Amén (Amigos de Dios 167).