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27 noviembre 2025

MODO DE VIVIR : El camino de la compasión

Existen muchos modos de acercarse a las llagas del Señor: «Id como más os conmueva», aconsejaba san Josemaría. Sabemos cómo le gustaba meterse con la imaginación en el Evangelio. En Santo Rosario, por ejemplo, al contemplar el primer misterio glorioso, comenta: «Y, antes de terminar la decena, has besado tú las llagas de sus pies…, y yo más atrevido —por más niño— he puesto mis labios sobre su costado abierto».
Recordando el modo en que san Josemaría hacía la acción de gracias de la Misa, lugar privilegiado para renovar a diario su encuentro personal con el Amor de su Vida, don Javier Echevarría describía cómo «se arrodillaba los primeros minutos, en el suelo o en el reclinatorio: mirando el crucifijo de bolsillo cogido entre sus manos, recitaba la oración En ego [Miradme, oh mi amado y buen Jesús]. Mientras repetía las palabras que se referían a las llagas del Señor, besaba devotamente cada una».
“Las heridas del Señor, que con tanta hondura descubrió san Josemaría en aquella mañana de junio, no solo revelan el Amor que el Señor nos tiene: son a la vez una invitación a corredimir con Él, como lo hace Santa María; a ser su Cirineo, a consolarle por tantas ofensas que hieren su Corazón, sobre todo porque hieren el nuestro… Una llamada, en fin, a cuidarle precisamente en aquellos «hermanos más pequeños» con quienes se identifica, en quienes de algún modo ha querido quedarse (Cfr. Mt 25,40).
Por eso, dentro del itinerario que llevó a san Josemaría a descubrir aquel Mediterráneo —una luz de Dios—, no hay que olvidar la enorme cantidad de horas que dedicó a cuidar enfermos y gente sin recursos por los barrios más pobres de Madrid. Ese es desde luego un modo estupendo de descubrir el Amor de Dios: salir de nosotros mismos para tocar a Jesús en las personas que sufren. Se trata, sin duda, de un camino seguro.”
“Esa vía nos lleva a dejarnos interpelar por Él, a acercarnos a sus llagas y a responder con amor a su Amor. Aprendemos así a vivir con los demás la misma ternura que Dios vuelca sobre nuestra debilidad personal. Por este camino, nuestra propia vida adquiere un renovado sentido de misión que nos lanza más allá de nosotros mismos, contando no con nuestras fuerzas, sino con una llamada que viene de Dios, que nos transforma y cuenta con nosotros para sembrar en el mundo su paz y su alegría. El Papa insiste incansablemente en este punto: «A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. (…) Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo»15.
Meternos en las llagas de Cristo, por el camino de la compasión y de la contemplación, puede abrirnos un auténtico Mediterráneo: aprenderemos así a refugiarnos en esas heridas de Amor, y a amar con todo el corazón a quienes nos rodean, comenzando por quienes más lo necesitan; personas que muchas veces están a la vera del camino, en nuestra misma casa.”
Pasaje de: Lucas Buch. “Nuevos Mediterráneos”.