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21 noviembre 2025

MODO DE VIVIR : Los relatos de los amigos del Señor

Los evangelistas recogieron, inspirados por el Espíritu Santo, los principales recuerdos del Maestro. San Josemaría era un enamorado de Jesús, y por eso «la Sagrada Biblia, especialmente los Evangelios, no fue sólo en sus manos un buen libro de lectura donde encontrar abundante instrucción provechosa, sino un lugar de encuentro con Cristo».
Desde el principio, quienes se acercaban a la labor de la Obra comprendían enseguida que aquel joven sacerdote era un alma que vivía en íntima unión con Dios. Esa intimidad se evidenciaba en su predicación: «“se dirigía al Sagrario, para hablar con Dios, con el mismo realismo con que nos hablaba a nosotros”, “y se sentía luego uno metido entre los apóstoles y discípulos del Señor, como uno de ellos”»16. Ese modo de acercarse a la Escritura es el mismo que recomendaba después. Muchas veces lo habremos considerado: «Te aconsejo que, en tu oración, intervengas en los pasajes del Evangelio, como un personaje más. Primero te imaginas la escena o el misterio, que te servirá para recogerte y meditar. Después aplicas el entendimiento, para considerar aquel rasgo de la vida del Maestro: su Corazón enternecido, su humildad, su pureza, su cumplimiento de la Voluntad del Padre. Luego cuéntale lo que a ti en estas cosas te suele suceder, lo que te pasa, lo que te está ocurriendo. Permanece atento, porque quizá El querrá indicarte algo: y surgirán esas mociones interiores, ese caer en la cuenta, esas reconvenciones[…]”
“Con este consejo, nos estaba abriendo un secreto de su alma. Comentando este modo de acercarse a la Escritura, señalaba el beato Álvaro del Portillo: «La familiaridad con Nuestro Señor, con su Madre, Santa María, con San José, con los primeros doce Apóstoles, con Marta, María y Lázaro, con José de Arimatea y Nicodemo, con los discípulos de Emaús, con las Santas Mujeres, es algo vivo, consecuencia y resultado de un ininterrumpido conversar, de ese meterse en las escenas del Santo Evangelio para ser un personaje más».
“La validez de este modo de orar queda refrendada por la vida y la enseñanza de muchos santos. Es el mismo que han recomendado los últimos pontífices al señalar la importancia de acercarnos al Evangelio con una actitud de oración, sugiriendo la práctica de la lectio divina. Se trata de acercarse al Evangelio sin prisa, detenidamente. Comenzando por un pasaje, podemos detenernos y pensar: «¿Cómo sería aquello?», e introducirnos en la escena «como un personaje más», imaginando la cara de la gente, el rostro de Jesús. Procuraremos entonces comprender el sentido de sus palabras, sabiendo que en muchos casos pueden requerir una cierta explicación, pues se trata de un texto antiguo, que pertenece a una cultura en parte distinta a la nuestra. De ahí la importancia de contar con una versión del texto que tenga suficientes anotaciones, y de apoyarse también en buenos libros sobre el Evangelio y sobre la Escritura.
Después, leemos de nuevo el texto y nos preguntamos: «“Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa?”, o bien: “¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?”». Quizá nos venga a la “cabeza alguna persona necesitada que tenemos cerca, tal vez nos acordemos de que hemos de pedir perdón a alguien… Finalmente, consideramos: ¿Cómo puedo responder, con mi vida, a lo que me propone Jesús en este texto? «Permanece atento, porque quizá El querrá indicarte algo: y surgirán esas mociones interiores, ese caer en la cuenta, esas reconvenciones»20. Tal vez nos arrancará un poco de amor, un deseo de entrega, y, siempre, la seguridad de que Él nos acompaña. Esta contemplación de la vida del Señor es fundamental para el cristiano, pues «tiende a crear en nosotros una visión sapiencial, según Dios, de la realidad y a formar en nosotros "la mente de Cristo" (1 Co 2,16)»21.
Sin duda, existen muchas vías para tratar a Jesús a través de la Escritura. Por eso, san Josemaría no pretendía ofrecer un método, sino solo dar algunos consejos prácticos que pudieran servir para la meditación y contemplación, hasta llegar a «prorrumpir en afectos: actos de amor o de dolor, acciones de gracias, peticiones, propósitos…, que constituyen el fruto en sazón de la oración verdadera»22.”

Pasaje de: Lucas Buch. “Nuevos Mediterráneos”.