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20 abril 2025

MODO DE VIVIR: Haz cuanto quieras

Hoy, en mi oración, me confirmé en el propósito de hacerme Santo. Sé que lo lograré: no porque esté seguro de mí, Jesús, sino porque... estoy seguro de Ti. Luego, consideré que soy un borrico sarnoso. Y pedí —pido— al Señor que cure la sarna de mis miserias con la suave pomada de su Amor: que el Amor sea un cauterio que queme todas las costras y limpie toda la roña de mi alma: que vomite el montón de basura, que hay dentro de mí.
Después he decidido ser borrico, pero no sarnoso. Soy tu borrico, Jesús, que ya no tiene sarna. Lo digo así, para que me limpies, pues no vas a dejarme mentir... Y de tu borrico, Niño Dios, haz cuanto quieras: como los niños traviesos de la tierra, tírame de las orejas, zurra fuerte a este borricote, hazle correr para tu gusto... Quiero ser tu borrico, paciente, trabajador, fiel... Que tu borrico, Jesús, domine su pobre sensualidad de asno, que no responda con coces al aguijón, que lleve con gusto la carga, que su pensamiento y su rebuzno y su obra estén impregnados de tu Amor, ¡todo por Amor! Apuntes íntimos, n. 313
Jesús, puesto que soy tu borrico, dame la tozudez y fortaleza del borrico, para cumplir tu amable Voluntad. Apuntes íntimos, n. 596

San Josemaría durante su visita a Fátima en 1972.
Señor, tu borrico quiere merecer que le llamen el que ama la Voluntad de Dios. Apuntes íntimos, n. 711
Esta mañana, como de costumbre al marcharme, me acerqué un instante al Sagrario, para despedirme de Jesús diciéndole: Jesús, aquí está tu borrico... Tú verás lo que haces con tu borrico... —Y entendí inmediatamente, sin palabras: “Un borrico fue mi trono en Jerusalem”. Este fue el concepto que entendí, con toda claridad. Apuntes íntimos, n. 543
¡Oh, Jesús! Ayúdame, para que tu borrico sea ampliamente generoso. ¡Obras, obras! Apuntes íntimos, n. 606
Madre mía, Señora, Tú sabes bien lo que necesito. Antes que nada, dolor de Amor: ¿llorar?... O sin llorar: pero que me duela de veras, que limpiemos bien el alma del borrico de Jesús. Ut iumentum!... ¡Oh!, quiero servirle de trono para un triunfo mayor que el de Jerusalem..., porque no tendrá Judas, ni huerto de los Olivos, ni noche cerrada... ¡Haremos que arda el mundo, en las llamas del fuego que viniste a traer a la tierra!... Y la luz de tu verdad, Jesús nuestro, iluminará las inteligencias, en un día sin fin. Apuntes íntimos, n. 1741.