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4 agosto 2026

COMENTARIO AL SALMO II. El hombre, purificado en la penitencia

Ignacio Domínguez
El hombre, purificado en la penitencia

«Entonces vi cómo se construía la Iglesia... Hombres a millares acarreaban piedras: unas, de lo profundo del mar; otras, de la tierra...
»Las piedras sacadas de lo profundo del mar las colocaban todas sin más en la construcción, pues estaban ya labradas y se ajustaban en su juntura con las demás piedras...» (El Pastor de Hermas).
La acción del agua del mar, amarga, salada, lima las aristas, purifica el alma.
Se cuenta la anécdota de aquel hombre, superficial, díscolo, tarambana, que fue a confesarse, y el confesor le impuso como penitencia llenar un vaso de agua. El hombre cogió el vaso y lo introdujo en el cántaro. Pero el vaso no se llenaba. Silbando una canción de moda, fue a la fuente. Pero el vaso no se llenaba. Ya un poco preocupado, fue al río... ¡Y el vaso no se llenaba!
Entonces algo cambió en su alma. Y reflexionó dolorido:
—Así es mi vida. Un vaso tan lleno de vacío que no cabe en él una gota de gracia.
Y el hombre empezó a llorar: lágrimas saladas, lágrimas amargas, lágrimas de dolor... A sus pies, las lágrimas que caían de sus ojos iban creciendo, creciendo, hasta hacerse anchas como un mar sin orillas.
El hombre entonces se inclinó e introdujo en ellas el vaso. ¡Y el vaso se llenó hasta rebosar!
«Las piedras sacadas de lo hondo del mar son aquellas que han llorado de dolor por amor de Jesucristo».
La penitencia es una especie de martirio.
Confringe, Domine! ¡Rompe, Señor! Rompe el corazón clausurado en sí mismo y frío.
Confringe tamquam vas figuli! ¡Rómpelo como a un vaso de alfarero! Para que lágrimas de dolor broten a raudales y purifiquen el alma.
Confringe! Confringe!: que el hombre no viva eternamente vacío, eternamente estéril, eternamente seco.
El hombre, vaso de honor
«Vas ad aquam affertur, cum anima ad Deum levatur» (San Agustín): llevar el vaso a la fuente significa elevar el alma hasta Dios. El hombre, por la contrición, por el dolor de amor, se eleva hasta el cielo. Con lañas que le pone Dios, mediante el sacramento de la Penitencia, se reviste de la vida nueva traída por Cristo. Es acción de Dios.
En este sentido son ilustrativas las palabras de Jeremías profeta: Yahveh Dios me dijo: Baja a casa del alfarero y allí te haré oír mis palabras.
Bajé, y lo vi trabajando la arcilla. Y si la vasija que hacía se rompía, la tornaba a hacer: hasta que saliese a gusto suyo.
Y me vino la palabra de Yahveh: ¿Acaso no puedo hacer con vosotros lo mismo que hace este alfarero? Como el vaso en manos del alfarero, así sois vosotros en mi mano (Jer 18, 1-6): sicut lutum in manu figuli, sic vos in manu mea: en las manos de Dios.
Como el vaso en manos del alfarero, rehecho una y mil veces hasta quedar a gusto suyo, así el hombre en las manos de Dios.
in manus tuas, Domine, commendo spiritum meum: in manus tuas sicut lutum in manum figuli: En tus manos encomiendo mi espíritu; en tus manos, Señor, como el barro en manos del alfarero.
Por toda la eternidad, vencida la debilidad de la carne, la fragilidad del barro, el hombre será para siempre vaso de honor —vas honoris— en la presencia de Dios.
Sancta María, vas spirituale, vas honorabile, vas insigne devotionis... ora pro nobis.