Página inicio

-

Agenda

4 junio 2026

EUCARISTÍA

Centrar el matrimonio y la familia en el misterio de fe y amor de la Eucaristía

La inserción del matrimonio cristiano en el misterio de Cristo y la Iglesia, permite comprender que la Eucaristía, que renueva la donación de Cristo a su Iglesia dándole vida y configuración, es fuente, asimismo, de la realidad y del desarrollo del matrimonio contraído en Cristo y en la Iglesia.
La Eucaristía, un misterio de fe y de amor, encierra una grande y eterna alianza: Jesús -movido por su caridad perfecta- se queda con nosotros para siempre, reclamando nuestra fe. Ahondando con fe en ese amor, en la entrega eucarística de Jesús, tan al alcance de los ojos y del corazón, los esposos cristianos descubrirán la belleza y la grandeza de su proprio amor mutuo bendecido por Cristo.
Aprenderán a quererse más y mejor, contemplando el cariño incondicional del Señor inerme en la Eucaristía. Del amor eucarístico de Jesús se nutrirá la vida teologal de cada uno de los cónyuges, que encontrará su primer campo de manifestación en el ámbito de sus relaciones, como enseñaba san Josemaría: «La fe y la esperanza se han de manifestar en el sosiego con que se enfocan los problemas, pequeños o grandes, que en todos los hogares ocurren, en la ilusión con que se persevera en el cumplimiento del propio deber. La caridad lo llenará así todo, y llevará a compartir las alegrías y los posibles sinsabores; a saber sonreír, olvidándose de las propias preocupaciones para atender a los demás; a escuchar al otro cónyuge o a los hijos, mostrándoles que de verdad se les quiere y comprende; a pasar por alto menudos roces sin importancia que el egoísmo podría convertir en montañas; a poner un gran amor en los pequeños servicios de que está compuesta la convivencia diaria» (Es Cristo que pasa, n. 23).
La alianza de Dios en Cristo pervive, actualizándose continuamente en la Eucaristía, en la efusión sacramental e incruenta de la sangre que sella tal pacto. Comprendemos, pues, que el pacto matrimonial se mantiene actual y joven si se nutre de ese Cuerpo y de esa Sangre que están en su origen y en su fundamento. Los esposos redescubrirán la categoría y el valor de la fidelidad en la entrega del uno al otro y a los hijos, acudiendo al Señor sacramentado, que no se ausenta; que está siempre esperando en el Sagrario; que de nuevo se entrega por nosotros, cuando sobre el altar se hace presente de modo incruento su sacrificio. Siendo almas de Eucaristía, comprenderán la hermosura de la fecundidad del sacrificio escondido del grano de trigo: muere y produce mucho fruto; y sabrán ser esposos fieles y fecundos. Conocerán que dispondrán siempre de ese pan de vida; y que, cuando el vino parezca que se acaba, en la Eucaristía encontrarán siempre a Aquel que bajó a la tierra para añadir vino bueno al amor humano; comprobarán que Jesús se ha quedado para que no desfallezca el cariño, para que la fiesta no se interrumpa.
La alianza matrimonial no se reduce a algo externo y meramente legal, tampoco a un pacto limitado a una transacción concreta; alcanza lo más íntimo de las personas, es totalizante: porque la propia vida se pone en las manos de la otra parte. Se entrega el propio cuerpo; y también la propia sangre, que viene a significar todo el aliento y todo el sacrificio que supone la comunión de vida instaurada con el matrimonio. Los esposos saborearán la trascendencia de su amor, mirándose en el amor de Cristo y de la Iglesia: enraizándose en el Sacrificio de la Misa y comulgando con el Cuerpo y la Sangre del Señor. De ahí, de la entrega de Cristo en la Eucaristía, sacarán fuerzas y luces para asumir también ellos esa donación mutua que compone su propio misterio de fe y amor. Y su entrega, alimentada por la del Señor a través del Santísimo Sacramento, será bendecida: la glorificación del Padre, la edificación y la santidad de la Iglesia.
Releamos estas palabras de Juan Pablo II: «El deber de santificación de la familia cristiana tiene su primera raíz en el bautismo y su expresión máxima en la Eucaristía, a la que está íntimamente unido el matrimonio cristiano. El Concilio Vaticano II ha querido poner de relieve la especial relación existente entre la Eucaristía y el matrimonio, pidiendo que habitualmente éste se celebre "dentro de la Misa". Volver a encontrar y profundizar tal relación es del todo necesario, si se quiere comprender y vivir con mayor intensidad la gracia y las responsabilidades del matrimonio y de la familia cristiana.
»La Eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano. En efecto, el sacrificio eucarístico representa la alianza de amor de Cristo con la Iglesia, en cuanto sellada con la sangre de la cruz. Y en este sacrificio de la Nueva y Eterna Alianza, los cónyuges cristianos encuentran la raíz de la que brota su alianza conyugal, a la que configura interiormente y vivifica desde dentro. En cuanto representación del sacrificio de amor de Cristo por su Iglesia, la Eucaristía es manantial de caridad. Y en el don eucarístico de la caridad, la familia cristiana halla el fundamento y el alma de su "comunión" y de su "misión", ya que el pan eucarístico hace de los diversos miembros de la comunidad familiar un único cuerpo, revelación y participación de la más amplia unidad de la Iglesia; además, la participación en el cuerpo "entregado" y en la sangre "derramada" de Cristo se hace fuente inagotable del dinamismo misionero y apostólico de la familia cristiana» (Familiaris consortio, n. 57).
JAVIER ECHEVARRÍA