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16 mayo 2026

MARÍA. LA TENTACIÓN DIABÓLICA

LA TENTACIÓN DIABÓLICA

«En el escándalo del Sacrificio de la Cruz, Santa María estaba presente, oyendo con tristeza a los que pasaban por allí, y blasfemaban meneando la cabeza y gritando: ¡Tú, que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo!; si eres el Hijo de Dios, desciende de la Cruz»
¿Qué hace ahí, clavado en la cruz? ¡Baja de la cruz! Esta es la tentación diabólica: ¡Baja de la cruz! ¿Quién no la ha escuchado alguna vez, después de iniciar el sendero de Cristo? Las pasiones, quizá los amigos o parientes, nos han interpelado: ¿qué haces en ese lugar tan incómodo? ¿Por qué tanto esfuerzo? ¿Por qué tanto sacrificio? ¿A dónde vas con tantos hijos? ¿No ves que tu conducta es una bofetada a nuestro egoísmo? ¡No nos molestes con tu cruz! No luches más, no reces más, no te preocupes tanto de tu prójimo... ¡baja de la cruz! Es, en ocasiones, aquello que hacía una madre ingenua; le decía a su hijo, piloto de aviación: «hijo mío, vuela bajito y despacio...».
Pero Jesús no baja. Podía haberlo hecho. También su Madre —lo hubiéramos comprendido tanto— podía haber dicho: Hijo mío, baja de la Cruz; ya es suficiente: basta una sola gota de tu Sangre. Y, sin embargo, no. Ni Jesús baja, ni su Madre se une a los tentadores. Es preciso ser obediens usque ad mortem, mortem autem crucis; obediente a la Voluntad del Padre, no a la voluntad de los hombres. Así, cuando en el camino de tu vida, se abran dos opciones posibles y no sepas por dónde tirar, otees el horizonte, te acuerdes de que Cristo es el Camino, y elijas el que pasa por la Cruz.
Si por quedar bien, por comodidad o por demostrar que en efecto somos libres, abandonáramos la lucha, la cruz de cada día, nos alejaríamos de Cristo y de su Madre; iríamos, en apariencia, a la comodidad, pero, en rigor, a la tristeza, quizá a la eterna tristeza. En la tierra donde no hay cruz, no hay felicidad humana posible. Por ello, Santa María no dice a Jesús que baje.
ANTONIO OROZCO