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27 abril 2026

LA DIVINA MISERICORDIA

Santa María Faustina Kowalska
Extraído de su Diario sobre la Divina Misericordia

Te saludo, misericordiosísimo Corazón de Jesús,
Viva fuente de toda gracia,
Único amparo y refugio nuestro,
En ti tengo la luz de la esperanza.

Te saludo, Corazón piadosísimo de mi Dios,
Insondable, viva fuente de amor,
De la cual brota la vida para los pecadores,
Y los torrentes de toda dulzura.

Te saludo, Herida abierta del Sacratísimo Corazón,
De la cual salieron los rayos de la misericordia
Y de la cual nos es dado sacar la vida,
Únicamente con el recipiente de la confianza.

Te saludo, inconcebible bondad de Dios,
Nunca penetrada e insondable,
Llena de amor y de misericordia, siempre santa,
Y como una buena madre inclinada sobre nosotros.

Te saludo, Trono de la misericordia. Cordero de Dios,
Que has ofrecido la vida por mí,
Ante el cual mi alma se humilla cada día,
Viviendo en una fe profunda.

Hoy, durante la confesión, [el Padre] partiendo conmigo espiritualmente el “oplatek”, me ha deseado lo siguiente: Sea fidelísima a la gracia de Dios, además impetre la misericordia de Dios para usted y para el mundo entero, porque todos necesitamos mucho, mucho, la Divina Misericordia.
+ Oh, cuánto Me duele que muy rara vez las almas se unan a Mí en la Santa Comunión. Espero a las almas y ellas son indiferentes a Mí. Las amo con tanta ternura y sinceridad y ellas desconfían de Mí. Deseo colmarlas de gracias y ellas no quieren aceptarlas. Me tratan como una cosa muerta, mientras que Mi Corazón está lleno de Amor y Misericordia. Para que tú puedas conocer al menos un poco Mi dolor, imagina a la más tierna de las madres que ama grandemente a sus hijos, mientras que esos hijos desprecian el amor de la madre. Considera su dolor. Nadie puede consolarla. Ésta es solo una imagen débil y una tenue semejanza de Mi Amor.
Así pues, con propósito lleno de amor, hoy me someto totalmente a Tu santa voluntad, oh Señor, y a Tus justísimos designios que para mí son siempre los más bondadosos y llenos de misericordia, aunque a veces no los comprendo ni puedo penetrarlos. Oh Maestro mío, heme aquí, yo, confiándote completamente el timón de mi alma, guíala según Tu divina complacencia. Me encierro en Tu compasivo Corazón que es un mar de insondable misericordia.