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3 marzo 2026

COMENTARIO AL SALMO II. El ángel del Señor os acompañe

El ángel del Señor os acompañe

Según una antigua leyenda judía, Dios consultó el parecer de sus ángeles antes de crear al hombre sobre la tierra. Esta idea nos puede servir ahora, encuadrada entre los versos del Salmo 2.
Dios había creado ya los cielos y la tierra: la' luz, las estrellas, las aves y los peces, los árboles y las flores... Era un hermoso paraíso. Et vid.it Deus quod esset bonum: todo estaba realmente bien.
Fue entonces cuando Dios llamó a todos los ángeles a su presencia.
Acudieron al instante. Todos. Y cayendo sobre sus rostros ante el trono divino adoraron a Dios, diciendo: Amén. La bendición y la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el poder y el honor, para nuestro Dios por los siglos eternos, amén.
Dios les comunicó su plan. Pensaba crear al hombre, un ser hecho de barro y de cielo: inteligente, libre, dominador de la creación terrestre, y forjador de su propio destino.
en la esencia de Dios, los ángeles vieron a los hombres, la vida de los hombres en todo el recorrido de su historia. Así lo afirma Santo Tomás en su Suma Teológica: «El misterio del reino de Dios, realizado por Cristo, fue conocido por todos los ángeles desde el principio»: Mysterium Regni Dei —quod impletum est per Christum— omnes quidem angeli a principio aliquo modo cognoverunt.
Los ángeles tomaron la palabra.
el ángel de la justicia dijo: «No crees a los hombres, Señor, pues llevados de su soberbia, bramarán enfurecidos, y no sólo harán la guerra unos contra otros, sino que, en su demencia, meditando planes vanos, acabarán levantándose contra ti».
Dios escuchaba en silencio lo que decían sus ángeles.
Entonces habló el ángel de la prudencia y dijo: «No crees a los hombres, Señor, no los crees: pues los hombres, llenos de presunción loca, intentarán incluso romper sus lazos, los vínculos que les unen a ti, y procederán de mil maneras para arrojar lejos tu yugo suave y bendito».
Así habló el ángel de la prudencia. Y Dios escuchaba en silencio.
Luego se oyó la voz del ángel de la paciencia: «No, no crees a los hombres, Señor, porque te enojarán en tantas ocasiones, excitarán tu ira y tu furor... No, no los crees».
Terminó su discurso el ángel de la paciencia. Y Dios seguía escuchando en silencio.
Por fin habló el ángel de la misericordia. Y dijo: «Perdóname, Señor, pero yo te pido que crees a los hombres. Créalos, Señor. Es verdad que bramarán enfurecidos y planearán cosas vanas; que intentarán romper las ligaduras que les unen a ti y encenderán tu ira en más de una ocasión... Pero cuando acepten al Rey que mandará en tu Monte Santo, cuando conozcan a tu Hijo eternamente engendrado, cuando aprendan tu disciplina y se refugien en ti sabiendo que sólo contigo serán dichosos..., tú, Señor, al perdonarlos, quedarás • inmensamente engrandecido ».
Y Dios, atendiendo la súplica del ángel de la misericordia, creó al hombre: un ser débil, miserable tantas veces, y pecador: pero capaz de humillarse y pedir perdón. Y por eso mismo, tan grande.
Te envío a mi ángel para que te guarde
Dice el Señor: Yo mismo envío a mi ángel delante de ti para que te guarde en todos tus caminos y te conduzca hasta el lugar que te tengo preparado. Pero el demonio también actúa y anda cerca de los pasos del hombre. Como recuerda «El Pastor» de Hermas, «dos ángeles acompañan a cada hombre: el ángel de la bondad y el ángel de la maldad»: es decir, el ángel de la misericordia ut custodiat te in ómnibus viis tuis: para que guarde al hombre en todos sus caminos; y el ángelus Satanae qui me colaphizet: el ángel de Satanás que le abofetea y le pincha intentando llevarlo a la rebelión contra Dios. De cualquier modo, no se ha de olvidar que, en la mentalidad hebrea, todos los males se atribuyen a Satanás.
Siendo esto así, debe haber una actitud habitual de trato amigable con el ángel de la misericordia. Como dice monseñor Escrivá de Balaguer en Camino, nº 567, «él te defenderá contra el demonio y te traerá santas inspiraciones».
Las dos cosas: te defenderá contra las insidias del ángel de la maldad, cuando te incite a abandonar el camino, a flojear en la lucha, a ceder en la fe. Te ayudará a volver la espalda al infame cuando susurra en tus oídos: ¿para qué complicarte la vida?.
Pero, junto a eso, te traerá santas inspiraciones: para no ser contado en el número de aquellos que se enfurecieron y meditaron planes vanos contra Dios y contra su Ungido (Sal 2, 1). Te ayudará a vivir de continuo la grandeza de la filiación divina —¡Filius meus es tu: ego hodie genui te!—; y a entender el plan de Dios, su disciplina, no sea que se irrite el Señor, y perezcáis lejos del buen camino (Sal 2, 12).
Es necesario estar atentos, muy atentos, al ángel de la misericordia: él os traerá santas inspiraciones, de las cuales, no será ciertamente la menor el fomentar un trato más delicado y más íntimo con la Virgen María, Regina angelorum, Reina de los ángeles.
IGNACIO DOMÍNGUEZ