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ROSA MÍSTICA
Si, con la gracia de Dios que recibimos abundantemente en los Sacramentos, en la oración y en el trabajo hecho cara a Dios, nos vamos identificando con Cristo, pasaremos por el mundo de un modo semejante al de la Virgen, a quien llamamos Rosa mística. Tal vez sea porque la rosa nos parece la más noble entre las flores, ya que goza de una prestancia singular. La rosa reclama nuestra mirada ávida de sencilla belleza y desprende un gratísimo aroma.
Pero la rosa que admiramos no es la silvestre. Nadie siente especial interés al mirar o al coger una rosa silvestre. Se ha requerido un arte refinado y trabajoso para obtener, de la rosa silvestre, la rosa blanca o roja, o matizadamente polícroma que embellece los jardines. Esta sigue vinculada a las otras rosas inferiores y poco observadas, pero destaca por su encanto. La Virgen ha nacido del seno de la humanidad; su origen no es otro que el nuestro; su sangre es nuestra sangre; nos resulta en extremo familiar. Pero su dignidad nos supera infinitamente. Se diría que durante una eternidad y luego durante siglos, el Creador ha ido preparándolo todo, cultivando una rama determinada de la humanidad, para que de la raíz de Jesé naciera este brote, esta Rosa delicada, sencillísima, noble y humilde a un tiempo.
ANTONIO OROZCO